Carta de un padre por los 15 niños y niñas con discapacidad del bus volcado en la av. Simón Bolívar

Bus escolar se accidentó el miércoles 25 de marzo del 2015 en la avenida Simón Bolívar. Foto: EL COMERCIO

Bus escolar se accidentó el miércoles 25 de marzo del 2015 en la avenida Simón Bolívar. Foto: EL COMERCIO

Bus escolar se accidentó el miércoles 25 de marzo del 2015 en la avenida Simón Bolívar. Foto: EL COMERCIO

Soy papá de Tahís -Tahís Micaela Ponce Vargas-, que ayer miércoles 25 de marzo, con otros 14 niños y niñas con discapacidad intelectual, viajaban en el bus escolar que los conducía de Quito a su centro de terapias -Fundación Virgen de la Merced, FUVIME, de las FFAA- en Sangolquí, cuando a las 07:40 sufrieron el volcamiento del bus; hecho ocurrido en la ruta norte-sur de la 'tristemente célebre' Avenida Simón Bolívar.

La desgracia fue informada casi de inmediato por medios de comunicación y redes sociales, pero los padres y madres fuimos avisados mucho tiempo después, la gran mayoría gracias al internet, noticieros, amistades y familiares que habían visto las noticias.

Me enteré del suceso mientras estaba en mi trabajo a las 09:50, dos horas después del hecho, por la llamada de una amiga que vio en internet la magnitud del accidente. En esos segundos entré a la web de El Comercio y vi las fotos del volcamiento; a renglón seguido, un minuto más tarde, mi celular registró a las 09:51 la llamada de la Directora terapéutica encargada del Centro, Andrea Bastidas, confirmando el asunto. A mi primera reacción: “Ya lo sé, ¿cómo está mi niña?, voy este rato para allá”, respondió que estaba bien, que no era nada grave, y que si quería venir, viniera nomás. “¡Claro que voy de inmediato!” le dije, y colgué.

Con mi compañera y madre de crianza de Tahís, Nelly Valbuena, me trasladé al FUVIME, donde mi hija de 13 años y los demás niños y niñas de distintas edades y grados de discapacidad intelectual, se hallaban en una de las salas de terapia (el aula de los más tiernos) habilitada con cunitas, colchonetas y cobijas del Centro, en la que yacían nuestros hijos.

Cuando entramos, estaban a punto de concluir su chequeo médico varios galenos liderados por un Dr. Bastidas, Mayor del Ejército y pediatra del Policlínico militar San Jorge de Sangolquí, asistidos por terapistas y la pediatra del FUVIME, Dra. Fabiola Almeida, que acompañaban a los nenes, más los militares encargados del cuidado físico del lugar, liderados por el Capitán Jhonatan Ortiz, jefe administrativo, quien todo el día estuvo al frente del tema de forma ejemplar.

A excepción de Sebastián, uno de los chiquitos que al llegar lo vimos con cuello ortopédico mientras era trasladado al Policlínico citado, los demás habían sufrido hematomas y golpes leves, contusiones y el trauma por el volcamiento del bus, pero gracias a Dios y al uso del cinturón de seguridad, los 15 angelitos estaban con vida y no tenían, al parecer, fracturas ni traumatismos graves o consecuencias neurológicas luego de que fueran evaluados, según supimos, primero en el sitio de la desgracia, por los paramédicos del Ecu-911 que llegaron al lugar con la policía y bomberos; luego, por los galenos en FUVIME al llegar los nenes en ambulancias; y, finalmente, a las 17:00, en el Hospital Militar, debido al requerimiento de las mamás y papás de cinco pequeños, que nos quedamos con nuestros hijos y para instar al personal de FUVIME que trasladen este mismo día a nuestros chiquitos a un centro médico de tercer nivel (un hospital).

Tal tema planteamos en 3 reuniones sucesivas, la primera a las 12:30 del día con el fin de que se los chequee integralmente y se les hiciera exámenes y los vieran especialistas, neurólogos y traumatólogos, para confirmar o no el estado de c/criatura, pues su condición es sumamente riesgosa tras un suceso así, debido a que por su discapacidad intelectual no pueden sufrir golpes fuertes en sus cabecitas.

El tema lo expuse yo al jefe administrativo y al personal del FUVIME en nombre de todos los padres y madres allí presentes, requerimiento que demoró en consultarse y decidirse, pues solo hasta las 17:00 hubo respuesta efectiva, cuando se autorizó el traslado de nuestros hijos al Hospital Militar, es decir cuando habían pasado casi 10 horas del volcamiento.

Con el fin de que el traslado de los guaguas al Hospital Militar no sea dilatado, llamé e informé del caso a diversas instituciones y personalidades: Carina Vance, la ejemplar Ministra de Salud y Fernando "Corcho" Cordero, siempre solícito y apoyador ante las desgracias humanas, Ministro de Defensa; Patricio Benalcázar, viejo compañero de mil batallas en DDHH y hoy Defensor del Pueblo Adjunto; Asambleísta Miguel Carvajal, siempre sensible con todo tema humano que le he expuesto; Concejala Carla Cevallos, atenta a ayudar; María Gabriela Alvear, solidaria a tiempo completo y asesora de la Secretaria de Inclusión de la Alcaldía de Quito, Margarita Carranco; etc., para que se inste al Hospital Militar a recibir con prontitud a nuestras hijas e hijos y se garantice que el tema central a respetar sea el Grupo Prioritario: es decir la vida, salud y derechos de los niños y niñas con discapacidad intelectual, debido a su doble vulnerabilidad: ser niños y tener discapacidad severa. Recibí las respuestas positivas de estas autoridades, cosa que agradezco, y Patricio Benalcázar, Defensor Adjunto, envió al Centro una brigada de tres funcionarios de la Defensoría del Pueblo (Dr. Roberto Veloz, Dr. Alejandro Vásconez y una abogada), para acompañar a los padres y madres con el fin de que los derechos de sus niños y niñas sea la prioridad, sin espacio para interpretación ninguna. Ellos, en las dos reuniones finales, citaron estos principios de derechos inexcusables.

Mi hija tenía pequeños hematomas en su mano izquierda, rodillas, pierna derecha y la parte posterior de su cabecita y fue la primera en ser dada el alta. Llegamos a las 9 pm a casa ‘muertos’ de cansancio. La hicimos dormir y tomamos las previsiones indicadas por el Dr. Bastidas a la mañana y el Dr. Heras de Emergencias del Hospital Militar a la tarde-noche: mantenerla en observación las siguientes 72 horas y estar pendiente por si hubiese vómitos repentinos, convulsiones o pasividad, y avisarles de inmediato o trasladarlos al Hospital Militar si uno de esos síntomas ocurriera.

El poder ingresar a los nenes a dicho hospital, descartó su propia indicación dada a los padres en la mañana, de que si se presentaran novedades con nuestro hijos, los llevásemos al Policlínico San Jorge de Sangolquí, debido a que no es un centro de tercer nivel que no cuenta con equipos para emergencias complejas, como lo admitió el Dr. Bastidas en la última reunión vespertina en FUVIME, sostenida con un General de apellido González.

A la madrugada Tahís despertó varias veces con llanto incontenible, seguramente debido a pesadillas, por lo que hubo que consolarla y su mamá de crianza dormir a ratos a su lado. Supe hoy que el mismo cuadro tuvieron algunos otros niños y en el caso de Joshué, vómitos.

Me prometí escribir la historia del caso ayer, pero sobre todo exponer algunas reflexiones que quedan como LECCIONES del accidente en esta peligrosa avenida, y otros temas que, en forma de PREGUNTAS, expongo al final y que merecen respuestas y enmienda.

Reconocimientos:

Fuimos informados que, al volcarse, el bus dio dos vueltas en el asfalto; a la espera de auxilio, todos los chiquitos estaban empapados por la lluvia y fueron auxiliados por dos personas humanas: el conductor, Edison, a quien padres y madres apreciamos por ser solidario y bondadoso; y Mariuxi Velásquez, asistente de nuestros hijos en el recorrido diario del bus, que al encargarse de sentar y colocar el cinturón a cada niño, va de pie, recibiendo el mayor impacto durante el volcamiento, pues solo atinó a abrazarse a uno de los chiquillos.

Deseo expresar a ambos el reconocimiento de todos los padres y madres de los niños y niñas ilesas, a ambos adultos, golpeados en el accidente por igual, que auxiliaron de inmediato a nuestros hijos y no descansaron hasta avanzada la tarde. Sólo hoy día, fui informado por un periodista que estuvo en el lugar, que el personal del ECU 911 tuvo que romper y abrir el vidrio grande trasero del bus, para ingresar y sacar a los niños.

En tres reuniones mantenidas por los padres y madres de los niños y niñas con el personal de FUVIME y FFAA, reconocí la preocupación abnegada del Capitán Jhonatan Ortiz, demostrada en toda la jornada.

Finalmente, deseo indicar que luego de un vía crucis de 13 años buscando un centro de tratamiento de discapacidad intelectual apropiado, consideramos que el FUVIME es el mejor y más integral centro de terapias para niños con discapacidades intelectuales en el país, creado y sustentado por las esposas de los Oficiales de las FFAA y un Ejército solidario con las discapacidades.

Tan es así que Tahís es una niña feliz, adora ir cada día al centro, se alegra y ríe con toda la boca apenas se le dice “Apure que nos espera Edison en la parada”; y no hay niña más sonreída que ella cuando regresa de sus terapias con los caballos, en la piscina o la casita de chocolate.

Dicho esto quiero entregar estas reflexiones y, al final, unas preguntas que merecen respuesta.

Reflexiones

Sobre la Av. Simón Bolívar y la actitud de la ciudadanía

PARA LAS AUTORIDADES LOCALES DE LA CIUDAD Y NACIONALES, MEDIOS DE COMUNICACION Y LOS CONDUCTORES:

1. Esa avenida se ha convertido, como el resto de carreteras, autopistas y calles del país, ante la acostumbrada vista de todos, en tumba-rodante y mausoleo público. Es 'tristemente célebre' porque es de las más riesgosas de la capital y, según los noticieros que ayer al mediodía informaron lo de nuestros nenes, se registran 124 accidentes de tránsito en los últimos dos meses, con saldos en vidas humanas, discapacidades y destrozos materiales.

2. La inconciencia de miles de conductores, los fuertes inviernos y la falta de controles de tránsito han convertido a esta autopista en una vía que requiere ser declarada cuanto antes en emergencia colectiva.

3. Esta avenida no cuenta con una eficaz señalética. Es alrevesada, sobre todo en los carteles que anuncian, ya cuando es casi tarde o muy tarde para enmendarlo, los desvíos para ir a los valles, o al sur, o al norte, o para curvar. Se necesitan vallas, que permitan visibilidad y cuidado.

4. Esa enorme avenida, que circunvala la ciudad de su extremo norte a su extremo sur, debe contar cuanto antes con más presencia estatal y municipal, con más puestos auxiliares de policía, y una brigada especial a la entrada y salida que revise estado de llantas y frenos por lo menos de los buses escolares que trasladan niños y niñas, y más aún cuando son chiquitos con discapacidad. Y se requiere que sean menos espaciados y más numerosos, los sitios de paramédicos, cruz roja, policía, 911 y bomberos a lo largo de toda esta avenida.

5. En este volcamiento, de un bus con nuestros hijos dentro, no hubo muertos. Y aunque eso al país parece disgustarle un poco -pues apenas se enteran de que no hubo fallecidos, no disimulan la veloz ansiedad de pasar a otro tema, como si todos esperaran un ‘Extra’ ensangrentado en su rutina diaria-, más bien habría que tomarlo como antecedente positivo para corregir cosas antes de que ocurran peores sucesos:

A.- La necesidad del uso obligatorio del cinturón de seguridad, “porque en serio ha sabido proteger”.

B.- El uso de dispositivos de permanente seguimiento a los recorridos de buses escolares que llevan niños y niñas, más todavía si son nenes con discapacidad. Eso permitiría llegar a los que deben llegar, en tiempo record y salvar vidas o curar de manera más eficiente.

C.- Incorporar en casas u oficinas dispositivos de seguimiento GPS o satelital para monitorear que los niños y niñas desde que salen de casa al centro o escuela, lleguen y vuelvan con bien.

D.- La firme obligación de impedir altas velocidades a autos y buses en época de lluvias. No debe manejarse a más de 50 kilómetros por hora bajo advertencia de fuerte sanción.

E.- Es urgente una campaña, masiva y sostenida en el tiempo, en canales, radios, diarios y red social, con educación preventiva, información anticipada y formación acerca de ”Temporales, asfalto y conducción”, enfatizando en los problemas, peligros y amenazas para que la gente aprenda con el tiempo a conducir con respeto al otro.

6. Lo más importante, y que debería ser tomado muy en serio por las autoridades nacionales y locales del Municipio, ojalá en alianza o en conjunto por la vida e integridad ciudadana, es que la 'tristemente célebre' avenida (no hay familia de Quito que no la cite en sus diálogos familiares por la peligrosidad que conlleva), guarda su peor secreto: el eslabón más serio y estructural que tiene, desde sus inicios, es su Proceso de Diseño, que contraría todas las normas del diseño vial del mundo: peraltes invertidos, curvas con más de los grados permitidos, etc. Tendremos más accidentes y pérdidas humanas, mientras no nos unamos para pedir el rediseño de esta vía que tanto dolor causa a tantos.

Es hora de que la ciudad de Quito, su solidario y digno pueblo de siempre, se una para hacer de esa avenida el punto de encuentro por la vida, contra la naturalización de los accidentes de tránsito y la muerte.

En el tema Discapacidades

1) El país ha avanzado en el tema de las discapacidades generales, es indudable; pero no ha sido así en el de las discapacidades intelectuales. Ecuador carece de centros integrales de manera palpable; y hoy ¿qué podemos decir de la ausencia de protocolos para atención de niños y niñas con discapacidad intelectual en caso de EMERGENCIAS, ACCIDENTES o CRISIS? Esos protocolos de emergencia deben elaborarse y tenerse en cuenta en el FUVIME y en todos los centros de discapacidad intelectual.

2) Luego de un accidente, debe garantizarse y ejecutarse una línea de atención psicológica inmediatamente posterior para todas las personas en general y para niños y niñas en particular, que han sufrido accidentes; y, en el caso de niños y niñas con discapacidad intelectual, tal tratamiento de terapia post-traumática se debe tener enfoque de discapacidades.

PREGUNTAS QUE NOS HICIMOS LOS PADRES Y MADRES

¿Por qué nuestros hijos e hijas no fueron trasladados a un hospital, clínica o centro de salud militar, público o privado; es decir por qué policías y ambulancias, luego de tal volcamiento, llevan a nuestros hijos al centro de terapias, cuando los protocolos de accidentes, y el SOAT, los obligaban a que sean trasladados -todos los niños- a un hospital, clínica o centro de salud?

¿Por qué en el centro de terapias de nuestros niños demoraron tanto, dos horas, la decisión de avisar a sus padres, cuando el volcamiento ya era noticia nacional, y los medios y redes sociales lo habían informado ya?

¿Cuándo se nos extenderán los certificados médicos, la historia detallada de lo ocurrido y de la atención brindada por los galenos del Ecu911 y del San Jorge, como se nos ofreció dar el mismo día 25 al mediodía?

¿Cuándo se nos entregará copia del parte policial, del Informe del ECU-911 y de otras instancias (AMT), sobre el volcamiento? ¿Cuáles citan que fueron las razones del volcamiento en el análisis técnico hecho por la policía?

¿Por qué, a pesar de haberles expuesto a las autoridades del Centro y oficiales militares que asistieron, nuestra recomendación de que -advertidos de la peligrosidad de la avenida Simón Bolívar- se cambie la ruta o la hora del traslado de nuestros hijos e hijas, modificando la hora como sugirió el General González “y así lleguen más tarde pero sin riesgo”; o para que desplacen a nuestras criaturas por otra vía que no sea ésa, hasta que no sea la más riesgosa de la capital, por qué a pesar de todo ello, el jueves 26 volvieron a llevarlos por la misma vía?

Estas preguntas nos hicimos los padres y madres de los cinco chiquitos todo ese mediodía y tarde y al día siguiente. Y merecen respuesta que no deben esperar.

[Quiero aclarar que una discapacidad intelectual significa, entre otras muchas cosas, que es la discapacidad más compleja, es decir que Tahís y los otros nenes, de distintas edades y grados severos de discapacidad intelectual, no hablan, o sea que -de entrada- no pueden decir su nombre para identificarse, no pueden gritar auxilio, ni siquiera dar gritos sino emitir sonidos guturales, y requieren ayuda o asistencia de un adulto todo el tiempo o la mayoría del mismo durante toda su vida, para cosas tan sencillas como subir o bajar del bus, o para ponerse o quitarse un cinturón de seguridad, tampoco reconocen cómo volver a su casa si se pierden y no pueden decir en qué parte de su cuerpo, ni cuánto, les duele, ni marcar un celular o enviar un mensaje a sus padres, ni desahogarse como usted o yo de aquello que vivieron esa mañana]

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