El quiteño tiene que acostumbrarse al control en las vías. Por un lado, están los radares que miden la velocidad de los automóviles y por otro, las cámaras ubicadas en los cruces semaforizados de algunos sectores de la ciudad.
Desde el miércoles 4 de junio se empezaron a realizar operativos para identificar a los conductores que circulaban por la avenida Mariscal Sucre a más de 90 kilómetros por hora, la velocidad máxima permitida en esa arteria. Los radares, inmediatamente, empezaron a detectar a los infractores.
En los próximos días, los controles se extenderán a otras vías. Por tres semanas, a los conductores que excedan la velocidad se les notificará y colocará un adhesivo.
La medida genera reacciones divididas. Por un lado, algunos usuarios, como Norma Jácome, apoyan los controles. Ella sostiene que esa es la única forma de disminuir los accidentes y de crear conciencia en los conductores. “Solo cuando nos tocan el bolsillo empezamos a cambiar las malas costumbres”, dice.
Sin embargo, hay quienes no reciben con gusto los controles. Carlos Altamirano es uno de ellos. El hombre de 42 años dice sentirse observado todo el tiempo y siente que ha perdido la privacidad, especialmente por las cámaras que el Municipio habilitó a finales del año pasado en las calles de Quito.
Mientras, las cámaras están ubicadas en puntos estratégicos de la capital. Los dispositivos sirven para detectar ciertas infracciones, por ejemplo, cuando un auto se pasa la luz roja. Incluso pueden hacerlo en la noche, pues cuentan con un flash que ayuda a identificar las placas de los autos que cometen las faltas.
Los aparatos sirven también para monitorear el pico y placa y para observar a quienes irrespetan el carril exclusivo de los servicios de transporte.
En las próximas semanas se normará su utilización. El objetivo es que sirva en la sanción de las infracciones.