Pambamarca muestra la huella de los cayambis

En un camino de rocas, en el pucará de Pambamarca, se conservan unos petroglifos que se creen que fueron tallados por los cayambis. Foto: María Isabel Valarezo/EL COMERCIO.

En un camino de rocas, en el pucará de Pambamarca, se conservan unos petroglifos que se creen que fueron tallados por los cayambis. Foto: María Isabel Valarezo/EL COMERCIO.

Avelina Pinango y Segundo Pillajo muestran sus artesanías, en Quitoloma. Foto: EL COMERCIO.

Los habitantes de Chumillos valoran lo importante que es Quitoloma en su identidad. Esa fortaleza les recuerda la resistencia de los cayambis a la expansión de los incas.
Y esa riqueza quieren aprovecharla turísticamente. Los cerca de 45 comuneros se unieron para sacar adelante un proyecto de turismo comunitario. El objetivo es conservar este territorio y darlo a conocer como un referente de las raíces del pueblo cayambeño.

Avelina Pinango, presidenta de la comunidad, dice que la iniciativa surgió en 1999 con el fin de proteger este lugar. “Antes, aquí se ocupaba para el pastoreo, todo eso quitamos porque nos dimos cuenta que el territorio era importante y que eso lo estaba destruyendo”.

Quitoloma, ubicado a 3 665 metros sobre el nivel del mar, es solo uno de los 21 pucarás que conforman el complejo arqueológico de Pambamarca, ubicado en la parroquia de Cangahua, en Cayambe.

Pambamarca es una fortaleza ancestral que data del siglo XIV y que sirvió a los pueblos Cayambi y Caranqui para proteger su territorio.

Pucará es el nombre con el cual se conocen a los centros de observación ancestral y de resistencia a la expansión del Imperio del Tahuantinsuyo.

Cada pucará tiene la forma de una elevación que sirvió, para la observación del avance de los incas y como referencia para el calendario solar.

En un camino de rocas, en el pucará de Pambamarca, se conservan unos petroglifos que se creen que fueron tallados por los cayambis. Foto: María Isabel Valarezo/EL COMERCIO.

Hoy, siete siglos después, las lomas, caminos de piedras y petroglifos -rodeados del pajonal dorado al vaivén del viento de verano- aún conservan su majestuosidad.

En sus alrededores se observan pequeñas casas hechas con adobe y paja, escondidas entre las elevaciones. Son las viviendas de los habitantes de Chumillos, Pambamarca, Pambamarquito y Pucará, que también se asientan en esta zona histórica y ancestral.

Segundo Pillajo, de 39 años, vive desde hace 18 en Chumillos y fue uno de los que vivió de cerca el inicio de esta unión que hizo realidad el proyecto turístico. “Empezamos hace 15 años.

Tenemos todo un gabinete (especie de comité), comisiones y guías”. Pillajo habita en una de las pequeñas casas que se construyeron como parte de este emprendimiento, en las faldas de Quitoloma. Junto a su casa, hay otras que ya funcionan como centros turísticos y que ofertan varias actividades.

La construcción más grande, y que está por terminarse, funcionará como un Centro de Interpretación. Aquí se colocarán maquetas, fotografías y otros elementos que ayuden a los visitantes a entender la historia de los pueblos que habitaron esta zona.

“Lo que nos interesa es que la gente conozca nuestras tradiciones para que eso nunca se pierda”, dice Pinango.

Ella recuerda que en una de las visitas de un grupo de viajeros, la comunidad se esmeró por atenderlos. Por ello, les brindaron una taza de agua de sunfo (hierba medicinal de páramo) con tortillas de maíz calentadas en tiesto, que es su comida típica. Pero como anécdota recuerda que, los invitados les pidieron café.

Antes de este proyecto, la comunidad se dedicaba a las labores de campo, la agricultura y al cuidado del ganado. Es común ver sembradíos de cebada, trigo, papas y mashuas (tubérculo parecido a la oca). Pillajo asegura que en la comunidad también se conserva el espíritu de unidad de sus ancestros.

En Chumillos se capacitaron en la manufactura de artesanías de paja. Algunas piezas están listas para la venta.

Panbamarca es un centro arqueológico considerado uno de los más grandes en Latinoamérica. Foto: María Isabel Valarezo / EL COMERCIO.

Eduardo Castro Freire, jefe de Cultura del Municipio de Cayambe, asegura que este tipo de iniciativas los motiva para valorar a sus raíces. “Para los que vivimos en Cayambe, las evidencias arqueológicas de Pambamarca son el fundamento más importante de nuestro patrimonio”.

Junto a Quitoloma están otros pucarás como la punta de Achupallas y la loma de Pambamarca, que con 4 070 metros, es la más alta del complejo. Desde aquí se observan los paisajes de Pedro Moncayo, Cayambe y una pequeña parte de Quito. En este sitio, en 1736, fue colocado un hito como recordatorio del paso de la Misión Geodésica Francesa, que se encargó de comprobar la mitad del mundo.

Cerca de Pambamarca está el pucará Tablarumi, un tramo de 1,3 kilómetros que forma parte del Qhapaq Ñan, recientemente declarado como Patrimonio de la Humanidad, por la Unesco. “Ya tenemos un plan de desarrollo y de gestión. Es una oportunidad para revalorizar lo nuestro”, comenta Castro.

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