Escocia tiene una larga historia de luchas y batallas independentistas, como también una histórica enemistad con la vecina Inglaterra.
La historia de Escocia hasta el año 1072 incluye una serie de conflictos sobre fronteras, y disputas en cuanto a si los gobernantes escoceses, también de origen fundamentalmente normando, eran vasallos del rey de Inglaterra.
El país adquirió rasgos diferentes del resto de las islas británicas en el inicio del siglo XII, a partir de procesos culturales y económicos impulsados durante el reinado de David I, en lo que se conoce como la Revolución davidiana.
La muerte de Alejandro III en 1286, seguida por la de su nieta Margarita I, rompió la línea de sucesión de la dinastía reinante y llevó a la intervención de Eduardo I de Inglaterra, quien puso en el trono a su protegido Juan de Balliol.
Cuando su relación se deterioró, se produjo un intento de conquista por parte de Inglaterra, que fue rechazado por William Wallace en la Guerras de independencia de Escocia. Por su parte, Robert the Bruce, conde de Carrick, se proclamó Rey de Escocia con el nombre de Roberto I de Escocia. La guerra con Inglaterra duró varias décadas, y la guerra civil entre los partidarios de la dinastía de Robert the Bruce (quien aseguraba ser descendiente de David I) y los partidarios de los Balliol, apoyados por Inglaterra, duró hasta mediados del siglo XIV.
Pese a que la dinastía Bruce fue la vencedora, la ausencia de descendientes de David II permitió a su sobrino, Roberto II, ascender al trono y situar en él a la dinastía Estuardo, gobernantes en Escocia durante el resto de la Edad Media, un periodo de prosperidad que va desde el final del siglo XIV hasta la Reforma Protestante.
Pese a ello, las luchas con Inglaterra continuaron, así como la división interna entre las Highlands o “Tierras Altas” y los Lowlands o “Tierras Bajas”.
En 1603, la por entonces reina Isabel I de Inglaterra murió sin hijos, dejando la Corona del Reino a su sobrino Jacobo VI de Escocia, hecho que llevó a la unificación de las coronas de ambos países.
Esa unión se produjo luego de un largo período de tensiones y enfrentamientos entre Inglaterra y Escocia.
Unos 16 años previo a la muerte de la Reina, Isabel I ordenó la decapitación de su prima y madre de Jacobo VI, la reina María de Escocia.
Un siglo más tarde, en 1701 y bajo el reinado de Ana Estuardo, se logró firmar el Acta de Unión que llevó a la creación del Reino Unido como entidad política, sumando a Inglaterra y Escocia, y trasladando el asiento de poder a Londres.
En 1745, el nieto exiliado de Jaime VI, Bonnie príncipe Charlie, trató de reclamar el trono de Escocia, pero la rebelión que encabezaba fue aplastada en la batalla de Culloden, un año más tarde.
Ese conflicto llevó a mayores restricciones del gobierno británico a la población escocesa, que fueron mantenidas por casi dos siglos.
En 1934 fue fundado el Partido Nacionalista Escocés (SNP) con el objetivo de lograr la independencia del país, y durante las décadas siguientes esa agrupación consiguió sumar simpatizantes, influencia y votos.
En 1997 y luego de un referéndum en Escocia, los votantes del país votaron a favor de una mayor devolución de poderes, que llevó a mayor autonomía en materia de salud, agricultura, turismo, seguridad, y gobernabilidad. Además permitió la creación del primer Parlamento escocés desde 1707. Sin embargo, Londres mantuvo el control de poderes incluyendo de defensa, asuntos de Exterior, energía y seguridad social.
Tras la aplastante victoria del SNP en las elecciones de 2011, su jefe, el nacionalista Alex Salmond, prometió un referéndum independentista tres años más tarde, que se definirá este jueves 18 de septiembre, potencialmente poniendo fin a la compleja unión de 307 años que mantiene con el Reino Unido.