Florinda Moreta camina despacio, pero procura no perder la elegancia. Mantiene el dorso erguido y la mirada en alto. En octubre del 2014 está por cumplir 102 años y es la persona más longeva en Alausí, un cantón ubicado al sur de Chimborazo, en los Andes del Ecuador.
Ella vive en el Centro del Adulto Mayor San Pedro de Alausí junto con otros 35 ancianos que tienen entre 65 y 92 años. Florinda es la mayor y su aspiración es batir el récord de vida. “Me duelen los huesos, pero estoy feliz”, dice entre risas, mientras camina entre un parque de cipreses, su sitio favorito.
Según Clariza Boada, directora del geriátrico, los doctores la revisan frecuentemente y se admiran de que no padezca ninguna enfermedad. “El dolor de su cuerpo es producto del desgaste natural de las articulaciones, pero por lo demás ella es de las más activas y sanas”.
En su juventud vivía en su natal Teligote, una comunidad ubicada a 30 minutos de la parroquia San Antonio, en Pelileo, provincia de Tungurahua. Allí se dedicaba a hilar lana de borrego y a fabricar textiles junto a su mamá María Rosa Chicaiza.
Desde que ella falleció y sus dos hermanos mayores se casaron, Florinda se quedó sola. Hasta los 74 años habitaba en la casa que le heredó su progenitora y se alimentaba de los granos que cosechaba y de la generosidad de sus vecinos.
“Un día un hombre entró a mi casa, me encerró y trató de hacerme daño. Los vecinos me salvaron”, recuerda con claridad. Desde ese día, la directiva de la comunidad decidió construirle una pequeña casa en el centro, donde todos pudieran atenderla y cuidar de ella.
En el 2007, la enfermera Fanny Merino conoció su historia y gestionó su traslado al geriátrico de Alausí, debido a que Florinda requería atención especializada y medicamentos para continuar conservando su estado de salud.
“Ella era muy buena, me visitaba casi todos los días y conversaba conmigo. Me llevaba remedios, un día me trajo a esta tierra, me dijo que este era un mejor lugar para mí y ya no volvió”, recuerda nostálgica Florinda.
Sin embargo, su soledad terminó ese mismo año. Cuando llegó al Centro del Adulto Mayor, sus compañeros la recibieron muy afectuosos y ahí encontró al amor de su vida, Ángel Huilcapi, de 83 años.
“No me casé ni tuve hijos, mis hermanos se olvidaron de mi cuando se casaron, pero aquí conocí el amor. Él me pilló cuando entré”, dice Florinda entre risas. ‘Don Ángel’, como lo llaman sus compañeros, siempre está pendiente de ella; en las tardes caminan tomados de la mano por los callejones empedrados del geriátrico.
Su historia de amor conmovió a las 13 personas que laboran allí e incluso esperan que ambos se animen a casarse para organizar una ceremonia eclesiástica y una fiesta. “Yo me caso con la condición de que nos dejen dormir juntitos”, dice Ángel.
El hogar para ancianos se fundó en Alausí en 1985, con recursos gestionados por una organización de mujeres lideradas por Consuelo de Camañero. Hoy, cuentan con el apoyo del Municipio local y del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES).
“Tenemos una sala de terapia física, contamos con la ayuda de una psicóloga clínica y una terapista ocupacional. Actualmente atendemos a 35 personas, pero esperamos incrementar el cupo para el próximo año”, dice Clariza Boada, la directora.