Los padres lo saben muy bien: cuando llegan a los 2 años, los niños ya controlan sus esfínteres y quieren realizar sus necesidades básicas por sí solos.
Esta tarea, que debe ser rutinaria, se puede complicar porque el inodoro de la familia es ‘hecho para mayores’ y, obviamente, es muy alto y muy grande para la edad de los niños.
El inodoro debe ser cómodo y seguro para que el niño se sienta confiado. Para eso, el chico debe poder apoyar los pies en el suelo y, así, subir y bajar con facilidad.
Pues la gente menuda ya tiene un sanitario a su medida: el Kínder, fabricado por la empresa Briggs y comercilizada en el país por Edesa.
Es un inodoro de cerámica cuya altura total es de 56 cm y de la poceta (donde se sientan a realizar las necesidades) 27 cm; , lo que permite al niño usarlo cómodamente y con desenvoltura.
El el sistema ‘push button’ permite una fácil descarga y está al alcance de los más pequeños. El Kínder, además, ahorra el 50% del agua en cada descarga, pues su consumo es de 6 litros.
Lo último, además de blanco, Briggs ofrece dos tonalidades frescas y vibrantes, preferidas por los traviesos: verde pistacho y naranja.