El mensaje político de la marcha sigue en debate

Las protestas tuvieron varias causas. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Las protestas tuvieron varias causas. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Las protestas tuvieron varias causas. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

El sindicalismo sostiene que el 19 de marzo marcharon aproximadamente 70 000 personas por las calles de Quito. De ser cierto, el guarismo es digno de tomarse en cuenta y hasta reivindicarlo -si quieren- como un éxito. Fue un fracaso, en cambio, para el oficialismo: no más de 5 000 llegaron hasta la plaza de San Francisco.

“Eso es parte del ritual político”, dice el académico Franklin Ramírez. En todas partes del mundo, los gobiernos se encargan de decir algo así. Pero a una semana de la movilización, lo único que queda claro es que lo que ocurrió el 19 de marzo estuvo más allá de las reivindicaciones del sindicalismo y del movimiento indígena, los encargados de organizarla.

Fue una movilización de ‘autoconvocados’, aquellos que no tienen necesariamente una militancia política real.

Difícilmente el sindicalismo y los indígenas podrán ratificar como propio el éxito de la marcha y menos “que sea una victoria específica de estas organizaciones” ni implica que van a ser las pautas de una bandera electoral, dice el analista Santiago Basabe. De hecho, muchas reivindicaciones ni siquiera tienen que ver con la plataforma de lucha de estas organizaciones sociales.

A los organizadores les unió cinco puntos fundamentales: derechos laborales, seguridad social, libre ingreso a las universidades, Ley de Tierras y subsidio al gas.

Pero los autoconvocados salieron porque quisieron protestar; en sus demandas se reflejaba la multiplicidad de la agenda gubernamental: las políticas de educación sexual, la libertad de expresión, el abuso del Gobierno en las sabatinas, las cocinas de inducción. Eran individuos que se volvieron grupos. Fue, como lo denominó el analista Jorge León, “una protesta de la clase media”. O, como prefiere decir Ramírez, el incremento de “los aranceles le ponen clase media a una protesta que venía convocada a otros sectores”.

Y si clase media o autoconvocados fueron mayoría, capitalizar ese caudal que expresó su indignación ante una diversidad de políticas gubernamentales, no dejará de convertirse en un objetivo de los políticos. Pero la experiencia de ‘Occupy Wall Streat’ o los indignados brasileños, por ejemplo, dejan en claro que son manifestaciones cuyos contenidos se pierden en lo que podría denominarse el ‘voluntarismo político’, que pierden organicidad con el paso del tiempo.

Sin una agenda o un plan de acción definido, difícilmente generarán modificaciones gubernamentales. Fue el mismo presidente Rafael Correa quien dijo en Riobamba, ese mismo 19 de marzo, que no dialogará con los organizadores de la marcha, porque estuvo conformado por los ‘tirapiedras’ de siempre.

Pero hubo un cambio de perfil. “Y el Gobierno no tiene un discurso político para ello. No veo que tenga un libreto para enfrentarse al nuevo contexto”, dice Ramírez. Anteriormente, el oficialismo ha podido decir que las marchas son minoría “pero el contexto es otro por cuanto la movilización se articula con cierta percepción de un frenazo de la economía”.

¿Quién, entonces, podrá hacer suya esta marcha que fue la confluencia que no pudo ser visualizada por los actores políticos, llámense oficialistas u opositores?

Ni Basabe ni Ramírez lo pueden decir. De hecho, los dos coinciden que en realidad es al Gobierno a quien le queda un poco de maniobra si es que sabe cómo manejarse políticamente. Pero tiene una dificultad, según Basabe: en la lógica del Gobierno, hacer una declaración al estilo de la presidenta brasileña Dilma Rousseff (escuchar a los movilizados) “sería como asumir que está claudicando en el proyecto político” y desde la negación no está dando señales de saber cómo trabajar ante estas demandas sociales.

Pero tampoco la oposición encuentra un discurso político que consolide lo que en la calle fue una convergencia de demandas. Por el momento, solo se sabe que el 1 de mayo habrá otra movilización. Pero históricamente, la clase media no participa de las marchas por el Día del Trabajo.

La diversidad de rutas

Fue la acumulación de inconformidades ante las políticas gubernamentales las que convocaron a un número de ciudadanos sin filiación a organización alguna. Desde los temas de las enmiendas constitucionales, la narcovalija, el caso Cofiec. Otros temas que estuvieron fuera de la agenda sindical también se expresaron en la movilización, como la libertad de expresión, las sanciones al caricaturista Bonil, el gasto excesivo en propaganda oficial y en los enlaces ciudadanos; la agresión constante a opositores al Régimen.

La cantidad de gente que marchó desde el parque El Ejido hasta la plaza San Francisco, en Quito, y en varias ciudades del país, fue algo que superó las expectativas y exige, por tanto, un discurso político que sepa aglutinar esa expresión.

El Plan Familia Ecuador

Una educación sexual en valores, que fue el paso definitivo para cambiar la política de prevención del embarazo adolescente fue algo que motivó, sobre todo a mujeres, para salir a las calles el 19 de marzo. La comprensión de que las convicciones religiosas del Mandatario y la directora del Plan Familia Ecuador, Mónica Hernández, es algo que molestó a ciertos sectores, sobre todo porque se quitó esta competencia a la Estrategia Nacional Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazo en Adolescentes (Enipla).

Además, algunas declaraciones del mismo Presidente y de su secretario político sobre lo que es la educación en valores de la sexualidad, impulsó esta movilización.

Las salvaguardias

La clase media es la que más ha manifestado su preocupación por el incremento de los aranceles a 2 961 partidas de importación. Según la versión oficialista, muchos de estos productos son solo consumidos por aquellos que no se encuentran en los estratos sociales de menores ingresos económicos.

Las salvaguardias pueden ser el motivo fundamental para que la clase media se sumara a una movilización dirigida por el sindicalismo. Es algo que históricamente ha sido poco frecuente, pero el temor a un proceso inflacionario es la explicación.

También se lo ha considerado una medida de ajuste luego de ocho años de bonanza económica y que puede cuestionar el modelo económico imperante.

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