Domingo de Ramos en las iglesias de Guayaquil. Foto: EL COMERCIO
Antonia no ha abandonado la tradición que le heredó su abuela. Ella le enseñó a tejer los laboriosos ramilletes para el Domingo de Ramos, fecha enmarcada en la Semana Santa.
La mañana de este domingo 29 de marzo, en los exteriores de la iglesia de La Merced, en el centro de Guayaquil, instaló un pequeño puesto en la acera con algunos arreglos, valorados en USD 0,50 y USD 1. “Los ramitos anuncian la llegada de Jesucristo a Jerusalén. Es una tradición del pueblo católico que no podemos cambiar. Por eso nuestro país es bendecido”.
Para algunos ramilletes, Antonia usó bambú, manzanilla y claveles. Pero para otros, unos en forma de cruz y otros tejidos como rombos, continúa utilizando la palma de cera. Esto pese a que el Ministerio del Ambiente (MAE), a través de una resolución, prohíbe el aprovechamiento y la movilización de las hojas de la palma de cera, por el impacto ambiental que genera su deforestación.
Gina Jaime eligió uno de palma. “Es una costumbre católica que no se puede cambiar. Además, estos duran por más tiempo en las casas”. Como ella, decenas de personas ingresaron a las iglesias del centro de la ciudad con diversos tipos de ramos para recibir la bendición al final de las misas dominicales.
Pero junto a los vendedores de ramos también se encontraban funcionarios del MAE. La razón de su visita, acompañada con carteles colocados en las puertas de las iglesias, fue crear conciencia sobre la amenaza que representa la deforestación masiva de la palma, una especie que crece lentamente en los bosques andinos nublado y subtropical, en la serranía ecuatoriana. Es además el hábitat del loro orejiamarillo y del perico cachetidorado, aves en peligro de extinción.
“Hay otras alternativas como el bambú, la totora, la paja toquilla. Estamos aquí para que las personas opten por este tipo de ramos para evitar daños a la naturaleza y para que sepan que su reemplazo no afecta en nada la tradición del Domingo de Ramos”, explicó una funcionaria del MAE.
Otro biólogo informó a los feligreses que de una palma apenas salen unos cuatro ramos, lo que genera un grave impacto ambiental. Aunque aseguró que en los últimos años el uso de la especie está disminuyendo, esta mañana detectaron algunos arreglos elaborados con palma de cera. Pero no fueron decomisados.
En la iglesia San Francisco, también en el centro, decenas de vendedores ofrecían arreglos ataviados con estampillas a los fieles. Aunque le ofrecieron muchos de palma, Washington Sierra compró uno de bambú con una rosa roja en el centro. Ese fue su aporte al medioambiente, sin dejar a un lado la tradición. “De qué está hecho es lo de menos. Lo importante es la devoción y la fe”.