La avenida Simón Bolívar es una de las vías en donde más atropellos de animales se produce. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Los perros y gatos atropellados en las vías de Quito son un problema presente en toda la ciudad. Si tuviéramos que empezar la historia en un lugar en el que esta realidad es más dramática, una opción es la avenida Simón Bolívar.
Está agonizando. De su hocico caen hilos de sangre. La lluvia de la noche anterior ha mojado su pelaje negro. Alrededor del animal están tres mendrugos de pan que ni siquiera los huele. Ya no tiene fuerzas para moverse.
Julio César Villacís, vecino de Rancho Los Pinos (ubicado dos kilómetros al sur de la Y que divide las avenidas Simón Bolívar y Morán Valverde), se lamenta. El martes 3 de marzo, en horas de la mañana, un auto atropello “al pobre animal”. Los caritativos del barrio le dejaron algo de comida. Qué más podemos hacer, se pregunta.
El can, de raza rotweiller ‘amestizada’, gime de dolor. Según el vecino, no tiene dueño; su pelaje mal cuidado y algunas sarnas en su cuerpo así lo permiten concluir. Este ‘paria’ de cuatro patas no encontró una segunda oportunidad. Esta calmo, esperando la muerte en la vereda de tierra dura.
Un ‘cementerio’ de canes
La Simón Bolívar es una de las vías en donde más atropellos de animales se produce, especialmente, a la altura de los barrios Bella Aurora, La Argelia, La Forestal, Loma de Puengasí, Rancho Los Pinos, San José de Monjas…
La Empresa Metropolitana de Aseo (Emaseo) no cuenta con un registro del número de cadáveres de animales que se retiran de la vía. Sin embargo, en poco más de tres horas, un equipo de El Comercio encontró, a lo largo de los 40 kilómetros de esta arteria rápida, siete perros muertos y uno, agonizando. En los lugares poblados de la vía es donde se hay más arrollamientos.
El recorrido comenzó en el norte, en el cruce de la Panamerica Norte y Simón Bolívar. Los restos de un can de pelaje amarillo están en el carril derecho, en el barrio Bella Aurora. Más al sur, a 60 metros de la entrada a Zambiza, otro: su pelaje de negro profundo. En los dos casos, son animales grandes y sin ningún rasgo famélico.
A la altura del Liceo Campoverde yace el cuerpo totalmente aplastado de otro can; está tan destrozado que solo se le nota el rabo.
Para Fernando Arroyo, coordinador del Centro de Gestión Zoosanitaria (Urbanimal), entidad creada por el Municipio en abril del 2012 con el propósito de administrar lo que la burocracia define como ‘fauna urbana’, un perro atropellado se convierte en un foco de infección, pues al pasar algunos días en las avenidas y entrar en un estado de descomposición el aire se contamina.
Por el barrio Loma de Puengasí se encuentra otro perro de pelaje café. Y más al sur, también en proceso de descomposición, otro can de pelaje amarillo, está en una cuneta de la vía frente al barrio San José de Monjas. El olor, en esos dos casos, es insoportable por lo que la gente prefiere bajar de la acera y caminar por la vía de los autos para evitar el mal olor.
Ante esta problemática, es urgente que la gente aprenda a cuidar a los animales. En el Distrito se estima que, según datos de Urbanimal, hay 400 000 animales, de los cuales el 80% está en calidad de abandono o semiabandono; es decir, deambulan en las calles ya sea porque son callejeros, porque fueron abandonados o porque sus dueños no los controlan.
A unos metros de la Simón Bolívar, al inicio de la avenida Morán Valverde (en el extremo sur), otro animal muerto. Está en plena vía, con el riesgo de que los vehículos que por allí pasan a altas velocidades lo vuelvan a atropellar. Nadie lo arrastra a la cuneta. El pelaje del can, amarrillo oscuro, casi no se nota por la cantidad de sangre que emana el cuerpo.
La esterilización
Para evitar estas tristes imágenes y las enfermedades que pueden poner en peligro la salud ciudadana, es preciso optar por la esterilización de estos animales. El equipo médico-veterinario de la Secretaría de Salud del Municipio de Quito lo hace gratuitamente. El objetivo es frenar la sobrepoblación de perros callejeros.
Estas tareas se cumplirán en los barrios Carapungo, Sierra Hermosa, Ecuador y Nuevo Amanecer, la semana del 9 al 13 de marzo. Se atenderá, de lunes a viernes, un promedio de 40 mascotas por día. La idea es abarcar el mayor número de barrios de la ciudad. En abril estará en la administración zonal Quitumbe, en mayo en la Eloy Alfaro, y seguirá al norte.
Las cirugías se realizan en las casas barriales o en los lugares en donde las administraciones zonales determinen. Es totalmente gratuita.
El bozal
Otra recomendación es que los animales, sobre todo los de raza fuerte, lleven bozal para evitar que ocurran accidentes como el del fin de semana pasado. Un niño de dos años murió por la mordida de un animal de raza pitbull, en el sector de San Isidro de El Inca (norte de Quito).
Los ataques de perros a personas no son casos aislados. Unos meses antes otro caso se registró en La Ferroviaria (sur de la urbe). Arroyo indica que hay canes que sus dueños los mantienen dentro de sus predios y cuando los sacan a la calle, los canes son sumamente estresados.
En 2009 se emitió el Reglamento de Tenencia Responsable y Manejo de Perros del Ecuador. La normativa prohíbe que los perros de raza pitbull o rotweiller sean mascotas “por el potencial daño y severidad de lesiones que pueden causar ante un ataque al ser humano”, dicta la norma.
A su vez, en la Ordenanza Municipal 048, del Distrito Metropolitano de Quito se establece que si un perro atacó a un ser humano, causándole daños graves, este deberá ser sacrificado por las autoridades responsables.
El problema del abandono de mascotas es cultural, dicen los espacialistas. Arroyo agrega que las organizaciones sociales fueron, durante muchos años, las que se hicieron cargo de esta problemática en la capital.
En el caso de Quito se cumple la Ordenanza Municipal 48 de ‘Tenencia, Protección y Control de la Fauna Urbana’ que establece sanciones desde el 10% a 10 Salarios Básicos Unificados por 37 tipos de infracciones leves, graves y muy graves.
Finalmente, Arroyo menciona que es un error pensar que un animal se va a asustar o va a retroceder ante la presencia de un vehículo. “Las personas piensan que el animal debe tener una reacción humana. Eso no es así. Mucha gente ignora el sufrimiento del animal, su capacidad de sentir y su psicología”.