La pesca de Manta aún se recolecta en los antiguos corrales marinos

Las familias del sitio Las Piñas, en Manta, recolectan la pesca alojada en los corrales. Foto: Patricio Ramos/ EL COMERCIO

Las familias del sitio Las Piñas, en Manta, recolectan la pesca alojada en los corrales. Foto: Patricio Ramos/ EL COMERCIO

Las familias del sitio Las Piñas, en Manta, recolectan la pesca alojada en los corrales. Foto: Patricio Ramos/ EL COMERCIO

Patricio Ramos. Redactor

Atrapar a peces y crustáceos sin utilizar redes o aparejos de pesca es posible, a través de una técnica ancestral que aún se mantiene en siete poblados costeros de Manabí.

Se trata de los corrales marinos, un arte de pesca sin ingresar al mar. Estas barreras de rocas están ubicadas en la playa del poblado de Ligüique, en el suroeste de Manta.

Estas construcciones marinas datan de los 1 500 años después de Cristo y aún se mantienen, comenta el arqueólogo Juan José Ortiz, estudioso de las culturas precolombinas de la Costa. Estas paredes de granito, ingenio de la cultura Manteña, están a lo largo de 2 kilómetros en la playa de Ligüique. Son visibles en marea baja.

A pesar de los años, los corrales de Ligüique son utilizados por mujeres, jóvenes, niños y adultos mayores, quienes buscan peces o crustáceos que dejan las olas entre las rocas, asegura Leonardo Alonso, nativo de Ligüique y guía de turismo. “Lo que deja la marea alta es como el pan de cada día”.

Ana Bella Zambrano, residente de este enclave marino, bajó a la playa desde su casa ubicada en la parte alta del acantilado de 120 metros de altura. Con su nieto Juan querían recoger pulpos, calamares y peces pequeños.

Su madre, su abuela y sus parientes que vivían ahí subsistían de lo que la marea llevaba hacia lo que ella denomina la trampa de rocas. “Esto se hace desde nuestros ancestros. Hay vestigios de cerámicas que podrían dar pistas que el lugar fue habitado por los pescadores de las culturas Jama-Coaque, Manteña, Machalilla y Valdivia”, comenta Alonso.

El arqueólogo Ortiz afirma que el hallazgo de los corrales es muy reciente: 2012.

Los corrales siempre estuvieron ahí, pero para los lugareños es algo común, opina. Cuando los arqueólogos encontraron los corrales marinos de Ligüique empezaron a entender porqué los habitantes de San Mateo, Piedra Larga, Santa Marianita, Las Piñas, La Resbalosa y Río Caña salen de sus casas con dirección a la playa, especialmente cuando baja la marea, dice Ortiz.

En Ligüique se han contabilizado 200 corrales marinos semicirculares, que miden 1,40 metros de altura por 1,20 de profundidad en marea baja y hasta 110 metros de longitud. Según Alonso, quien colabora con Ortiz en la investigación de los corrales de Ligüique, estas barreras también permitían que peces y crustáceos desovaran al filo de la playa.

El historiador manabita, Alberto Paz, afirma que los corrales fueron hechos en varias playas del perfil costero de Manabí, pero especialmente en Ligüique. “Son métodos ancestrales de los antiguos pescadores, era una especie de inmensa alacena que cada bajamar dejaba la pesca para ser aprovechada por los habitantes ribereños”. Los corrales de Ligüique se extendían a lo largo de 15 kilómetros, con rocas largas y planas, según Ortiz.

El director del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural en Portoviejo, Marcos Rosero, comenta que los corrales son parte de la investigación que realizan en la entidad.

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