Las ajas son espacios donde los shuar cultivan plantas que sirven de alimento para su familia o comunidad cuando participan en mingas.
La mayoría de indígenas de esta etnia, que vive en Zamora Chinchipe, conserva este sitio que es manejado por las mujeres de la comunidad.
Los hombres ayudan ahuyentando a los animales como la danta, el oso, tigre de montaña… que causan daño a las plantas. La shuar Fanny Awak, de 47 años, mantiene su aja con unas 50 variedades de plantas, entre comestibles, medicinales y frutícolas. Este espacio está ubicado en la comunidad Shuar de Uwents, perteneciente al cantón El Pangui.
El aja se asemeja a un huerto agrícola de un mestizo, pero la particularidad es que está lejos de las casas. Además, sirve como vivero para luego trasplantar las especies en otros espacios para su crecimiento.
Las variedades más comunes que siembran son la mama, conocida como yuca, y el inchi, que es el camote. También, cultivan el nuse, nunkain, irpij, wapai (papaya), chiu, cacao, yuwi, papachina…
Los shuar de la comunidad de Uwents comparten parte de sus actividades comunitarias. El viaje a ese poblado dura una hora desde El Pangui. Las vías son angostas y cuando llueve suelen presentarse derrumbes.
Las 180 personas de esa comunidad están acostumbradas a estos inconvenientes. Ellos comparten los cultivos de sus ajas, pero no es común que los mestizos ingresen a estos lugares que se consideran sagrados.
Un canto ancestral, acompañado del sonido del machete que se golpea contra un palo, es como una especie de ritual para el ingreso. Los acompañantes deben pisar por donde camina Awak. A cada paso, ella revisa las plantas y les habla.
También, explica sus propiedades curativas y alimenticias. Cada actividad requiere un canto diferente y cuando se encuentra con la piedra sagrada le rinde tributo. Es un rito es especial, que solo puede ser visto por la dueña del aja.
Los cultivos no están ordenados porque conservan la esencia de selva y las plantas se adaptan a cualquier espacio. El suelo está abonado por el desecho de las plantas y por la descomposición de los troncos de los árboles cortados.
Según Awak, todo tiene sentido y conectividad. Un aja tiene tres años de vida útil y luego se busca otro espacio para colocar las mejores semillas y mantenerlas para el alimento familiar. El propósito de este cambio es que el suelo se rehabilite para que produzca mejores frutos.
En la comunidad de Unwents existen cinco ajas, donde los mestizos pueden ingresar. Estos espacios son parte del proyecto de Soberanía Alimentaria del Gobierno Provincial de Zamora Chinchipe y la Cooperación Alemana.
Los habitantes de Kunki, San Gabriel, Uwents, Yayu y El Kim reciben asesoramiento técnico. En total son 57 ajas en los cantones El Pangui y Yanzatza.
Para la shuar Enma Jinviki con el aporte de las instituciones se recuperaron estos lugares y costumbres, “que se perdían por la colonización”.