Los manabitas cubren sus terrazas con techos de acero o policarbonato

fotos: patricio ramos / el comercio


fotos: patricio ramos / el comercio


El hormigón no puede fallar. Al menos así pensaba su inventor, el jardinero francés Joseph Monier, en 1867, hace exactamente 147 años.

La percepción de Monier no es verdadera. El hormigón no es tan monolítico como parece. Como todo producto, el concreto sufre fatiga de material y se fisura, rompe y envejece. Estar muchos años a la intemperie lo puede afectar, y más cuando está expuesto a agentes naturales como el salitre, la lluvia, el sol... Eso hace que se generen microfisuras por donde se filtra el agua y llega hasta las varillas de hierro, las cuales se oxidan y deterioran, con el consiguiente perjuicio para el concreto y las losas.

Por ello, en Manabí, las prácticas comunes para preservar las losas de terrazas es cubrirlas con láminas galvanizadas, de acrílico o de policarbonato. Estos ‘sobretechos’ descansan sobre estructuras metálicas y cubren toda la extensión de las losas.

Hugo Mero, constructor manteño, afirma que muchos propietarios de edificaciones antes optaban por proteger las terrazas con tela con brea. Esta costumbre se perdió porque el sistema era muy caro.

Ahora, la gente prefiere cubrirlas con galvalume, policarbonato, acrílico... Así, además de que se protege el concreto se cubre a las personas del sol y el agua excesivos. Incluso, el espacio puede ser utilizado para socializar e interactuar.

Alejandro Arias reside en la Ciudadela Universitaria, sureste de Manta. La losa de inmueble tiene fisuras, por donde se filtra el agua en invierno. Para protegerla levantó una cubierta de acero galvanizado de 36 m². Cada m² le costó USD 41,60 (USD 1 500 en total), pero solucionó su problema. Arias es uno de los manabitas que optó por esta solución.

Valentín Lucas, especialista en el diseño de este tipo de cubiertas en Manta, aconseja colocarlas una vez que se ha terminado la construcción del bien. “Así se evitan gastos posteriores, siempre más caros”.

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