La hamaca manabita ya no se teje con algodón, pita o cabuya ni se tiñe con tintes y anilinas. Ahora es de hilo de nailon y poliéster, aunque hay una tendencia a volver usar fibra vegetal.
En cualquiera de los materiales, este objeto se mantiene gracias a las manos de los pescadores artesanales, que la tejen con la habilidad que la heredaron de sus padres y abuelos.
Su uso se remonta antes de la Colonia, según el historiador manabita, José Elías Sánchez. Las hamacas han sido utilizadas ancestralmente por los marineros de los barcos. “Cuando las naves se bamboleaban por las fuertes olas, las hamacas se mecían al ritmo de la nave y la persona que iba sobre una hamaca no corría el riesgo de caer al suelo”, comenta.
La palabra hamaca, que proviene del dialecto taíno, significa “red para pesca” y por esto está íntimamente relacionada con los hombres de mar, reseña el historiador Sánchez.
En la zona de Los Esteros, en el noroeste del puerto de Manta, los pescadores artesanales combinan las actividades de pesca con el tejido de las hamacas. Hay quienes simplemente se dedican al tejido; ellos son especialmente los pescadores adultos mayores, quienes decidieron dejar el mar y seguir con su vida en tierra.
En Los Esteros es muy común encontrar en los callejones de las vecindades a hombres tejiendo este accesorio. Manuel Rodolfo Mantuano, de 84 años, disfruta su vida de jubilado.
Al pie de su casa de dos plantas, ubicada en un callejón a espaldas de la iglesia del sector, entrelaza a las cuerdas de nailon. Con un agujón plástico, de 30 centímetros de largo por 4 de ancho que se utiliza para reparar redes de barco, realiza las puntadas conocidas como cruzadas. Así empieza dar forma a una hamaca.
Con piola de nailon blanca -que proviene de los cabos de barcos industriales- se inicia el tejido. Son los desechos de las embarcaciones grandes. Nosotros, añade Mantuano, compramos esos cabos, los ponemos en remojo con agua para que se ablanden y luego los desenredamos. “Obtenemos hasta 30 hilos, a veces nos salen pedazos de 4 y 5 metros, que son suficientes para tejer las hamacas”.
Todo empieza y termina en la rosca, la parte de cada extremo que sirve para colgar la hamaca en la paredes o techos.
Mantuano teje cinco horas de promedio al día en dos jornadas, de 06:00 a 09:00 y de 15:00 a 18:00. La rosca es sujetada a la estructura metálica de una ventana del primer piso de su casa, que es el apoyo para seguir avanzando el tejido.
Las piolas antes son teñidas con colorantes que venden en las farmacias. “Las podríamos vender en blanco hueso -su color original-, pero a la gente le gusta sus hamacas con color”.
Mantuano elabora cinco accesorios por semana. Cuando llega a tener un lote de hasta 100 unidades viaja con una de sus hijas a Santo Domingo de los Tsáchilas y a Quito para venderlas.
Los cuatro hijos varones de Mantuano también tejen y todos son pescadores artesanales. En Manta -asegura- Mantuano hay más de 200 pescadores que tejen hamacas.
En el callejón Buena Fe, a un kilómetro de playa Los Esteros, vive Mario Eduardo Anchundia, de 41 años.
Él ya no pesca y se dedica desde hace 25 años a la reparación de redes de barcos. Cuando termina su jornada en la zona de los muelles en el puerto de Manta se dirige a su casa para tejer. Lo hace desde las 19:00 después de que ha merendado. Se instala en la pequeña sala, donde extiende un alambre de hierro galvanizado, de un extremo al otro. En ese cordel empieza el tejido de dos hamacas, a la vez, hasta las 22:00, de lunes a domingo.
Anchundia aprendió la destreza del tejido de su padre Efraín, quien a su vez lo hizo de su abuelo Nicanor. Ahora, sus dos hijos varones, de 12 y 15 años, lo miran cómo elabora este accesorio de descanso, porque quieren aprender.
Una hamaca de nailon cuesta entre USD 100 y 150. Si es para una persona vale USD 100, para dos cuesta 150 y para tres hasta USD 200.
Las que sirven para dos personas llevan un elemento adicional en cada extremo, que es un pedazo de madera; eso permite que el tejido se extienda y se logre más espacio. Las hamacas son tejidas en los enclaves marinos de Puerto López, Machalilla, Puerto Cayo, El Matal y Bahía de Caráquez.