La entrevista que Fernando Alvarado, responsable del aparato de propaganda del Gobierno, le dio a Fernando del Rincón de CNN dejó algunos datos que, sin duda, son significativos en un país donde la información oficial se la maneja con un secretismo digno de Birmania.
Por ejemplo, ahora se sabe de fuente oficial que el diario El Telégrafo, pieza clave en el engranaje propagandístico del gobierno de Rafael Correa, arroja pérdidas por 17 millones de dólares. Es decir: no es pelo de cochino.
También se logró confirmar, de boca del propio Alvarado, la veracidad de aquel email filtrado y que circulaba en redes sociales en el que el gerente de El Telégrafo pedía al personal de la empresa ajustarse los cinturones porque la empresa no anda muy bien. Incluso que el Telégrafo tiene como principal ingreso el negocio de la impresión de libros escolares, gracias a un monopolio estatal.
Pero entre las cosas que aparecieron en la entrevista la más significativa fue seguramente la afirmación de Alvarado (ojo esto puede sonar increíble en el Ecuador de ahora) de que una opinión no puede ser considerada como afirmación injuriosa. Alvarado, en un momento casi al final de la entrevista, afirmó que diario HOY había cerrado para “cubrir un fraude”. Del Rincón, alarmado ante lo que escuchaba, le dijo que esa afirmación era gravísima y que podía ser considerada difamación o injuria. Entonces Alvarado lanzó la que fue la más preciosa perla de la noche: “no, no, no, no, no, yo no estoy aseverando, yo estoy opinando, esa es mi percepción”.
Y así fue como en apenas unos pocos segundos desbarató por completo el infeliz argumento que con inmenso éxito y no menos esfuerzo el Gobierno y su aparato de propaganda habían logrado imponer desde cuando se enjuició y condenó a Emilio Palacio por una columna de opinión: que el delito de opinión existe en el Ecuador.
“Esa es mi opinión y tengo la libertad de decirla y usted no puede cohartar mi libertad de opinar y de decir”, le espetó Alvarado a Del Rincón en la memorable entrevista. Parecía como si estuviera rezando los argumentos jurídicos de la defensa de Emilio Palacio y El Universo .
Lo ocurrido el martes por la noche fue sin duda sorprendente. Como están acostumbrados a la complacencia y al adulo, un minuto de cuestionamiento termina constándoles demasiado caro.