El llenazo que protagonizó Barcelona en el Atahualpa fue una prueba convincente de que, cuando el ídolo convoca a las multitudes en Quito, es mucho más fácil hacer las compras de Navidad. ¡Qué fluidez de tránsito! La otra gran verdad es que en el fútbol existen muchas formas de ganar y a Barcelona le ha bastado ese horrible pero efectivo (y legítimo) esquema especulador, ratonil y hasta guerrillero de morder y huir. Así, con pocos jugadores con nivel de crack (los tiene, pero no tantos como la propaganda presume), Barcelona ha llegado a la gran final.
Pero bueno, así es el fútbol, que ofrece múltiples caminos para la victoria y el entrenador Rubén Israel logró encontrar un modelo de juego que le ha servido a su plantel, el cual estuvo a punto de naufragar durante ese incómodo período en que Penilla se lesionó e Independiente lo venció dos veces, una incluso por goleada. Cuando todo parecía perdido y el aire no olía a caramelo sino a hornado, Israel entendió que su equipo debía defender con ardor y así logró reflotar; aunque también ayudó para este éxito que el equipo de Rumiñahui se cayera en el tramo final.
La euforia de Barcelona es contrastada por la enorme desilusión de Independiente, que representa la planificación, el apego al presupuesto y la paciencia. ¿Faltó experiencia? No, porque ya son siete años de un andar muy coherente y muchos de sus jugadores ya han sido campeones en las diferentes categorías, así que falta de jerarquía no es. ¿Entonces? Faltó creérselo. Cuando Daniel Angulo pronunció la inmortal frase “¡Son unos brutos!”, también dijo luego “¡Somos los mejores!”. Desde ahí Independiente tuvo enormes líos para defender el liderato, para demostrar que eran mejores en el trayecto general. En realidad, Angulo no se creyó sus propias palabras. El aire volvió a oler a caramelo. Por eso, unos festejan y otros esperan con ansías su revancha para el 2015.