Su discurso hace un año en la ONU estremeció el mundo. La joven paquistaní es ahora un símbolo global de lucha por la educación femenina. Con sobra de méritos recibirá el Premio Nobel de la Paz.
Activista paquistaní de la educación femenina y premio Nobel de la Paz, Malala Yousafzai, en una conferencia de prensa antes del Premio Mundial de la Infancia 2014. Foto: AFP
En octubre de 2012, Malala Yousufzai, niña paquistaní, fue tiroteada por los talibanes cuando regresaba de la escuela. Trasladada de urgencia al Reino Unido, los médicos extrajeron la bala de la cabeza y después de varios meses de recuperación fue de dada de alta.
Hoy tiene 17 años. Al cumplir 16, con un pañuelo en la cabeza color rojo y vistiendo un ‘sari’, que había pertenecido a Benazir Bhutto, Malala se presentó en las Naciones Unidas y allí propuso a la comunidad internacional una ‘educación para todos los niños y niñas del mundo’. Desde entonces, Malala es un referente para la humanidad.
Los libros y las plumas
‘El 9 de octubre de 2012 los talibanes me dispararon. Pensaron que con sus balas me callarían para siempre pero fracasaron’, dijo la adolescente al celebrar su décimo sexto cumpleaños, en la Asamblea de la Juventud organizado por la ONU a la que acudió en compañía de Ban Ki-moon, secretario General de la ONU, y Gordon Brown, ex primer ministro británico.
‘Tomemos los libros y las plumas porque son nuestras armas más poderosas. Un libro y una pluma pueden cambiar el mundo’, dijo Malala en su exposición -que fue interrumpida varias veces- ante más de mil estudiantes del mundo, en el principal recinto de las Naciones Unidas. Es que ‘los extremistas tienen miedo a los libros’ subrayó Malala, y aseguró que ‘no estoy contra de nadie, ni siquiera de los talibanes en su país’.
‘Vamos a coger nuestros libros y bolígrafos. Son nuestra arma más poderosa. Un niño, un profesor, un bolígrafo y un libro pueden cambiar el mundo. La educación es la única solución’, manifestó Malala.
Ir a la escuela
Acto seguido entregó al secretario general de la ONU un documento firmado por casi cuatro millones de personas, que propone que 57 millones de niños accedan a la escuela, con una exigencia adicional: que se contraten nuevos profesores, se construyan nuevos centros educativos y se provean de libros. Este pedido de Malala se inscribe en varias metas: la eliminación del trabajo infantil, los matrimonios concertados y la trata de personas.
El talibán: una triste historia
‘Los talibanes tomaron el control de Swat en 2007 y prohibieron a las ñiñas recibir una educación cerrando y destrozando escuelas. Entonces, Malala quiso contarle al mundo lo que estaba sucediendo y en 2009 comenzó a escribir en un blog de la BBC bajo el nombre ficticio Gul Makai. En él contaba cómo era la vida bajo el dominio talibán y defendía el derecho de las niñas a acudir a la escuela. De esta manera consiguió atraer la atención pública a nivel internacional, pero por ello también arriesgó su vida’.
En 2010, los talibanes por fin fueron expulsados del valle de Swat y Malala pudo regresar a la escuela. Al conocerse que ella era Gul Makai, la joven y su familia comenzaron a recibir numerosas amenazas que se cumplieron el 9 de octubre, cuando Malala sufrió el atentado. Malala fue atacada en el valle de Swat cuando regresaba a su casa después de la escuela. Los talibanes le dispararon alcanzándole la cabeza y en el cuello, y su vida llegó a correr peligro pero, afortunadamente, tras ser trasladada en un avión médico al hospital británico Queen Elizabeth, la niña se ha recuperado favorablemente y pronunciado su primer discurso después del incidente.
En Pakistán, cinco millones de niños no van a la escuela, un número que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), solo es superado por Nigeria, en donde hay más de diez millones de menores, la mayoría niñas, que no tienen derecho a la educación’.
Esperanza
‘Un niño, un profesor, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo’, ha dicho Malala Yousufzai, Premio Nobel de la Paz, la primera adolescente que recibe este galardón y la alta responsabilidad de promover la dignidad de las mujeres en los cinco continentes. La esperanza de una educación de calidad para los niños y niñas está más cercana, como un derecho inalienable y como un deber ineludible de todos los Estados.