Las ferias de libros son fiestas de la palabra. Eso nadie lo discute. Las ciudades más importantes del mundo realizan ferias, y ahora le tocó a Quito, con ocasión de su fundación. Es hora de trabajar por un Plan Nacional de Lectura.
He visitado algunas ferias. Y todas, salvo algunas que tienen objetivos especiales o son patrocinadas por gobiernos –sin ánimo de lucro-, se inscriben en el mercado del libro, en la difusión del libro y la lectura, la promoción de sus autores y fundamentalmente de las ideas, tendencias literarias, científicas, sociales, políticas, económicas y de otro orden.
Y hablar del mercado del libro no quiere decir algo negativo o superfluo, porque siempre se reconocerá la pertinencia y necesidad de estos espacios culturales, que son ejes de la industria editorial que, ciertamente, mueve muchos recursos: talentos, en primer lugar, inversiones, imprentas, librerías, bibliotecas, y lo más intangible: millones de lectores.
El libro como industria cultural es un fenómeno humano intenso, sabroso e inigualable más que económico porque une sueños, riesgos y muchas quijotadas de quienes aman la lectura, aún a costa de deudas bancarias impagables. Por eso –para empezar, con ocasión de la Feria Internacional del Libro 2014– mi homenaje al libro y a los libreros, a los autores, editores y lectores -que con ferias o sin ellas- viven junto a los libros, con el ánimo exclusivo de leer más que enriquecerse; tomarse un café con un amigo inesperado, y en ocasiones ‘vender’ que significa ‘recuperar’ algo, no tanto para hacerse ricos sino para enriquecer la vida de los lectores en esta Ínsula Barataria.
Biografía del libro
Unas palabras sobre su historia. Se cuenta que en la tierra de Elam –actual Irán- hace más de seis mil años apareció un sistema de símbolos impresos en ladrillos. Había nacido la escritura denominada cuneiforme, que fue desarrollada después por los sumerios, en Mesopotamia. En estos ladrillos se informaba, mediante cuñas, sobre la vida cotidiana, las cosechas, las guerras, la vida hogareña, etc. Más tarde floreció la escritura pictográfica, es decir, las imágenes –de seres humanos, plantas y animales- que representaban situaciones de la sociedad y cultura de entonces. Esta escritura se halló en las pirámides de Egipto y sus alrededores. Pero con el tiempo surgió la escritura ideográfica que dio origen a la fonética y la silábica. Con la creación de la escritura se dio un salto cualitativo sobresaliente, que hizo posible la expresión de los pensamientos en signos con significados. Terminó así la prehistoria y nació la historia.
Con 700 años de vida, aproximadamente, el libro tiene vida para rato, aunque los agoreros del desastre anuncian su muerte con el advenimiento del libro digital. La experiencia ha dado razón a los amantes de los libros físicos, por lo que representan, por lo que contienen y los afectos que llevan a recuerdos de lecturas inolvidables.
El libro en el Ecuador
En tiempos de la Colonia, Quito se destacó por sus bibliotecas con libros traídos del viejo mundo. Entre los primeros frailes franciscanos que vinieron a Quito se encuentran los flamencos, Fray Jodoco Ricke, primo del emperador Carlos V, y Pedro Gosseal. Con los libros traídos por los eclesiásticos desde Europa se inicia la biblioteca del convento de San Francisco. Las bibliotecas de los monasterios de Quito fueron provistas de libros de obras públicas en España, Francia e Italia. Después varios monasterios establecieron talleres caligráficos donde los frailes copiaban y adornaron manuscritos
A pesar de que en Quito todavía no existía imprenta, las bibliotecas de esta ciudad atrajeron la admiración de los visitantes extranjeros del siglo XVIII, y no solamente la de los conventos, sino también las bibliotecas privadas. La primera imprenta fue traída por los jesuitas al Ecuador y se instaló en Ambato. El primer tipógrafo de esta imprenta fue Juan Adán Schwartz, nacido en Dilligen – Alemania, quien llegó a Ambato a fines de 1754. El padre jesuita José María Maugeri fue el iniciador de la primera imprenta en el territorio nacional. La razón de su establecimiento en Ambato y no en Quito fue porque el padre Maugeri fue nombrado Superior de la Resistencia y el colegio de la Compañía de Jesús en Ambato, y esta imprenta fue trasladada a esa ciudad el 22 de febrero de 1750. (Wilson Hallo, 1992)
Política Nacional del Libro y la Lectura
El Ecuador es uno de los pocos países que no cuenta con una Política ni un Plan Nacional de Lectura. Y el problema es profundo, porque –según las estadísticas- no se lee o se lee en porcentajes bajos, y los resultados de las evaluaciones educativas apuntan a una debilidad estructural en cuanto al manejo de Lengua y Literatura.
La Feria Internacional del Libro 2014, abierta del 22 de noviembre al 1ro. de diciembre, es un excelente espacio para aprender de otros países y proponer nuevas líneas de acción, en relación con este importante tema cuya responsabilidad corresponde a todos, y no solo a los gobiernos de turno.