Habían líneas imaginarias que no se podía traspasar. Macizos guardias privados lo impedían. En la Avenida 9 de Octubre, en el centro de Guayaquil, cinco negocios de electrodomésticos prendieron los televisores que disponen para la venta.
Los transeúntes podían ver, a través de ellos, la transmisión del partido Ecuador- Uruguay.
Eso sí, con una condición: que no ingresen a los locales. Únicamente podían ver el partido gracias a las vidrieras que daban a la calle. Sólo los empleados de cada negocio tenían el privilegio de permanecer dentro, en el refrigerado ambiente de los locales.
La acumulación de fanáticos, en un momento dado, puso nervioso a uno de los empleados Almacenes Jaher. Así que, en un error que seguro lamentará el resto de su vida, apagó el televisor de 60 pulgadas en el que al menos 45 personas observaban la cercana clasificación de Ecuador al mundial. Chiflidos y candentes insultos se arrojaron de inmediato sobre el hombre.
Cabizbajo, arrepentido, prendió nuevamente el televisor y los mismos hinchas que minutos atrás lo habían insultado, esta vez lo aplaudieron por el gesto.
Al finalizar, el partido, los negocios de electrodomésticos –previniendo una posible avalancha de festejos- cerraron las puertas enrollables de sus negocios. El trajín de las personas que salieron con el pretexto de disfrutar un feriado nacional por la Independencia de Guayaquil, continuó a lo largo del boulevard luego de la pausa de 90 minutos que se dieron al frente de los televisores.
Muchos hinchas, en un inequívoco que se difundió rápidamente, pensaban que Ecuador ya estaba clasificado al mundial. Así que –además de los abrazos, saltos de rigor y pitos de los autos- muchos transeúntes de la 9 de Octubre se incluyeron en el logro: “¡Clasificamos!”, “¡Nos vamos a Brasil!”.
En Urdesa, un sector del norte de Guayaquil, en cambio se alistaba para preparar una zona de festejos en los exteriores de los tradicionales bares y restaurantes.