San Rafael: una cascada con ambiente paradisíaco

La caída de agua en la cascada de San Rafael tiene dos partes: una de 40 metros y otra de 100 m. El caudal es realmente impresionante. Foto: Telmo Arévalo Cuesta

La caída de agua en la cascada de San Rafael tiene dos partes: una de 40 metros y otra de 100 m. El caudal es realmente impresionante. Foto: Telmo Arévalo Cuesta

La caída de agua en la cascada de San Rafael tiene dos partes: una de 40 metros y otra de 100 m. El caudal es realmente impresionante. Foto: Telmo Arévalo Cuesta

Telmo Arévalo Cuesta. Redactor Invitado

La historia de la humanidad habla de que en el comienzo el hombre vivió en un paraíso, lugar muy hermoso del que posteriormente fue expulsado, y aquel sitio se perdió para siempre. ¿Para siempre?

En realidad, y aunque la mayoría de ecuatorianos no nos demos cuenta, una gran parte de ese paraíso lo tenemos dentro de nuestras fronteras y con un poco de visión podemos encontrarlo fácilmente. Es así, amigos viajeros, que un pedacito de aquel hermoso paraje está escondido a escasos 170 kilómetros al este de Quito, entre las provincias de Napo y Sucumbíos. Les invito a buscarlo y a encontrarlo.

Tomamos la carretera 28C o Interoceánica, que nos lleva hacia el Oriente, hasta la población de Baeza. Desde allí, seguimos por la E45 o Troncal Amazónica con rumbo a Lago Agrio, y luego de recorrer 60 kilómetros encontramos el puente sobre el río Malo, donde hacemos nuestra primera parada.

A mano izquierda se encuentra una garita de control, donde un guardia nos recibe con muy buen ánimo y nos da algunas recomendaciones sobre lo que se puede hacer en el sector.
Ingresamos al sitio turístico y unos cuantos metros más allá tenemos que dejar el vehículo.

Por un sendero muy bien marcado, junto a las bulliciosas y cristalinas aguas de ese río, caminamos unos 200 metros entre matorrales y humedales, cruzamos dos pequeños riachuelos brincando entre las piedras, hasta que, de pronto, nos encontramos con la imponente cascada.

Cuando se llega a la parte baja, es un espectáculo ver el torrente de agua que desciende. Son cientos y miles de litros que en vertiginosa caída de unos 100 metros por 14 de ancho son arrojados hacia nosotros. El estruendo que produce la cascada impresiona de verdad.

El entorno, entre cerros de verde vegetación, los pájaros que revolotean, las hermosas flores y mariposas de múltiples colores, y el ambiente en sí, motivan múltiples expresiones de admiración. La belleza es singular.

Pero si con aquel paisaje no quedamos muy impresionados, debemos trasladarnos hasta la cascada de San Rafael, que con más de 140 metros de alto y 40 de ancho constituye la caída de agua natural más alta de Ecuador.

De nuevo en la carretera principal, seguimos con rumbo nororiental y, luego de 12 kilómetros más, encontramos el letrero que nos anuncia el ingreso a ese sitio. Por un camino muy bien adoquinado, en poquísimos minutos llegamos al sitio donde debemos dejar los vehículos.

En unas oficinas provistas de todos los servicios básicos, una señorita registra los datos de todas las personas que ingresan al parque. Luego, Fausto Cuyele, guía asignado, nos da una pequeña charla ilustrativa indicándonos las características principales del sector.

Un hermoso sendero, cubierto de vegetación y árboles, nos conduce en un descenso suave. El sitio es idílico. El canto de las aves, el sonido del agua de los muchos riachuelos que cruzan el camino, el sonido que producen los grillos y otros insectos y lo alto de la vegetación nos hace sentir como ‘Tarzán de los Monos’.

Vamos bajando despacio, disfrutando de la naturaleza. Cruzamos unos cuatro puentes colgantes hechos con madera y cuerdas, construidos sobre sendos riachuelos de aguas muy cristalinas. Y llegamos a un gran mirador de unos 10 metros de alto, desde donde podemos apreciar mejor el deslumbrante panorama del frente.

Esta vez miramos el paisaje desde arriba. El inmenso caudal de agua que se precipita al abismo está dividido en dos partes: una de unos 40 metros y otra de 100. El agua pulverizada se levanta por los aires con la apariencia de vapor, lo cual le da un aspecto más sobrenatural todavía. Es la cascada de San Rafael.

Si esto no es el paraíso, ¿qué sí lo es? Dan ganas de quedarse admirando el entorno por horas enteras y en silencio. La música la pone la naturaleza. Las imágenes respaldan el relato. Hasta la próxima.

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