Sorprendentes las declaraciones presidenciales sobre un derecho del Estado: decidir sobre fondos privados y transferirlos a la gestión pública. Hay dos casos enigmáticos. La idea de transferir al Biess fondos formados por aportaciones personales de los maestros para una cesantía suplementaria.El Presidente asume que se trata de dinero público ya que los maestros reciben un salario pagado por el Estado. El salario no le pertenecería al trabajador.También, para el Presidente el porcentaje de ganancias empresariales que, según la ley, debe ser repartido a los trabajadores, es excesivo en telecomunicaciones. ¡¿Cómo un trabajador podría recibir entre USD 10 000 o el doble de dinero de suplemento salarial en un año?! Habría que cortar ese porcentaje y ese monto, pues, sería dinero del pueblo. Sin más se cortan derechos legales de estos trabajadores. Si los beneficios de esas empresas, de donde proviene el fondo para los trabajadores, es “dinero del pueblo” y se quiere cortarlo “para obras sociales”, ¿por qué no hacerlo de cualquier empresa? Todo resulta dinero del pueblo.
Este cálculo circunstancial se vuelve un planteamiento que merece debate. En el pasado, se reflexionó sobre el significado del salario, una revolución del capital. Los economistas clásicos (Smith, Ricardo, Marx..) y antes los fisiócratas o los socialistas como Fourier, verán más allá del fenómeno del pago, que el valor -o sea ese cambio de la materia, con el trabajo, en un bien que da valor- es la base de la riqueza, también da valor de propiedad. ¿A quién pertenece el trabajo? Para todos es el trabajador que crea valor y es el capitalista que capta su trabajo a cambio de un salario. Lo mínimo de propiedad que le queda al trabajador es el salario.
Si ahora el Gobierno considera que el salario es público, habríamos bruscamente saltado a un comunismo equivalente del cual soñaban los “utopistas” desde Platón, a T. Moro, tantos del XIX como Sismondi, Fourier, Proudhon, Godin, Lafargue y que Marx retomó lo que Prudhon pensaba sería la Economía Social y Solidaria de dar a cada uno según sus necesidades. Pero Correa retoma el sueño soviético muy diferente, que el Estado es el bien público al que todo se somete. Empero, los soviéticos que gerenciaban los salarios, no llegaron a pensar que el salario seguía siendo un bien público y propiedad de nadie. El salto ecuatoriano sería que del valor que crea el trabajador, la mínima parcela devuelta en salario, sigue siendo estatal. Así, el trabajo mismo ya no es del trabajador sino del Estado. ¡Qué extraño! Un comunismo a la ecuatoriana. Recordé a P-J. Prudhon para quien la propiedad era el robo y a quien Marx decía que no entendía lo que propiedad y capitalismo significaban. Le reprochó eliminar utópicamente la propiedad sin un sistema nuevo: la “gran revolución”, y que Prudhon tampoco veía que hay “beneficios honestos”.
AP haría bien en definirse.