Hace un par de años creíamos que la inteligencia artificial era una tecnología emergente reservada para corporaciones tecnológicas, industrias innovadoras, investigadores o universidades de vanguardia.
Paulatinamente, sus usos en el comercio, la industria, el marketing y en sectores como banca, seguros, salud, transporte y educación, entre otros, nos han acercado más a sus bondades, pues, su oferta de valor, celeridad, eficiencia y eficacia se cumple en la medida que más decisiones se automatizan.
La elaboración de perfiles, usos de reconocimiento facial, procesamiento de lenguajes naturales como bots y asistentes virtuales, seguimiento de usuarios a través de sensores, geolocalización, máquinas, vehículos y drones autónomos y desde el aparecimiento de ChatGPT y de aplicaciones accesibles a través de Internet la penetración de la IA en la sociedad se ha masificado con alcances e impactos impredecibles.
Los reportes de su uso masivo generan incertidumbre sobre la posible sustitución del trabajo humano por parte de la IA; sobre la exactitud y pertinencia de sus respuestas y sus alucinaciones de la IA (ChatGPT); o, los potenciales riesgos debido a los sesgos en el diseño de los algoritmos que pudieran generar decisiones discriminatorias.
Incluso varios especialistas pidieron una moratoria en el desarrollo, usos y aplicaciones de la IA hasta que se establecieran lineamientos, criterios o directrices que orientaran su desarrollo e impidieran que su uso pueda generar la desaparición de la especie humana, tal como lo propone el cine en varias películas distópicas como: Terminator, Matrix, I Robot, o la reciente Megan, entre otros.
El impacto positivo de la IA en la sociedad es evidente en modelos de negocios, aplicaciones industriales y comerciales.
El riesgo del uso de tecnologías es una realidad, tal como lo evidenció el Caso Cambridge Analytic en el que a través del análisis de las interacciones de los usuarios de Facebook construir perfiles de personalidad de ciudadanos americanos e incidir en su intención de voto a través de contenidos prediseñados que no reflejaban la realidad de los candidatos Trump y Clinton. Caso que fue investigado por el Senado Americano y el Consejo de Europa debido al uso de datos de las personas sin su conocimiento, evidenciando la afectación a los derechos de privacidad, protección de datos personales e incluso su impacto a la democracia.
Es hora de plantearnos que la IA puede generar riesgos para la sociedad en su conjunto, así como para cada uno de los individuos que la conforman, sobre todo en derechos y libertades individuales.
Por ejemplo, la IA está siendo usada para generar desinformación en línea. Se generan medios digitales sintéticos (sitios web que simulan ser medios de comunicación digitales); se realizan análisis de tendencias; se diseña contenido falso incluso a través de Deep Fakes (videos o fotos en el que una persona aparece realizando acciones falsas diseñadas con la finalidad de afectar su honor y credibilidad); robots y herramientas para posicionar contenidos a través de la supuesta generación de mensajes y opiniones de personas que en realidad no existen, pues, son solo algoritmos.
Es decir, estos usos inadecuados muestran que existe una afectación del derecho a la libertad de expresión, al derecho a la y de la información, a la democracia. La IA, y los intereses de quienes la diseña, la desarrollan o la usan, han puesto en riesgo nuestra más preciada característica humana, el libre albedrío; que se traduce en una de nuestras libertades básicas, la libertad de decidir, de forma informada y con independencia y autonomía sobre cualquiera de los aspectos de nuestra vida.
Es indispensable que el Ecuador dirija sus esfuerzos a diseñar IA para plataformizar y desarrollar economía digital, pues los países que lideran el desarrollo de esta nueva tecnología serán los que tengan mayores posibilidades de sostenibilidad y éxito económico.
Por ello, se vuelve más importante cuestionarnos, como vamos a participar en el diseño de las directrices necesarias para habilitar el uso de IA en el Ecuador y al mismo tiempo cuáles son las directrices que debemos seguir para garantizar los derechos de las personas.
Existen iniciativas internacionales o nacionales como la Recomendación sobre la ética de la inteligencia artificial de 2021 dictada por la UNESCO y el reciente aprobado Reglamento de Inteligencia Artificial, 13 de marzo de 2024 del Parlamento Europeo, que están siendo sujeto de análisis por múltiples stakeholders.
Ahora bien, reconociendo la importancia de este tema para el desarrollo socioeconómico del país y para la garantía de nuestras libertades, diseñemos nuestro futuro y seamos artífices de nuestro propio destino, no simples marionetas del algoritmo. Para ello, nuestra obligación como ciudadanos es formarnos en estos temas y participar activamente de las discusiones que se abrirán al respecto.