Columnista invitado
Luchar por la no violencia en contra de la mujer, defender la equidad, la libertad y la justicia –suena irónico-, no es mancillar la dignidad del ser humano, no es ofender a la mujer, no es atentar contra las leyes, contrariar las normas básicas del convivir. Sorprendámonos, todos estos, actos acaecidos en días pasados en nuestra ciudad capital, Quito, nada menos, la llamada “Carita de Dios”.
Me refiero al atosigamiento infringido con una publicidad que se realizó a través de escandalosas vallas propagandísticas colocadas en las vías públicas, en el transporte público; publicidad que manipuló y ultrajó hasta a símbolos religiosos, como la cruz de los cristianos, insultó lugares emblemáticos que atesoramos –como la cruz del Papa-; en definitiva, mancilló a una sociedad quiteña que es testigo de cómo se desbarrancan con perversas acciones, contraviniendo lo que a voz en cuello predican, esas agrupaciones violentas, extremistas, terroristas de la ética, la moral y las buenas costumbres.
Estamos –casi- seguros que estos actos no contaron con la anuencia del Alcalde y su Concejo; que los fondos utilizados –sería oportuno conocer de dónde vinieron- deben ser cuantiosos frente a las necesidades imperiosas de la cotidianidad quiteña, no emanaron de quienes pagan sus impuestos o que se obtuvieron desde la exigua asignación presupuestaria para el DMQ.
“Gravedad y decoro de las personas en la manera de comportarse”, así reza la definición de “dignidad” en el diccionario de la Real Academia de la Lengua. Definición que es clara, indiscutible; pero, lo que resulta diáfano para el común de los mortales, es relativo para las personas activistas de aquellos grupúsculos antes mencionados, que intentarán refutar: “‘Dependiendo de a qué llamas ‘gravedad’, ‘dependiendo de a qué llamas ‘decoro’”; inclusive, se atreverán a cuestionar a lo que se conoce como ‘persona’; es decir, todo, todo, resulta relativo, ante la ligereza y maña de mal interpretar vocablos que se entenderían, simplemente por el sentido común, pero que resultan cuestionables ante tan superlativo relativismo.
¿Por qué, además, se van contra la dignidad de las putas? que, por el hecho “simple” de que son seres humanos, ¡claro que tienen dignidad y merecen respeto! pero inmisericordemente las humillan y denigran, tachándolas de que “hacen de su cuerpo lo que les da la gana”, dizque, en “pleno uso de su libertad”.
Por favor, si quieren, como vociferan, ejercer su “libertad” y “hacer de sus cuerpos lo que les dé la gana”, ¡háganlo! pero no salpiquen, ni nos embarren, de manera pública y desvergonzada, su amargura, su inadaptación, con expresiones virulentas que atentan, allí sí, contra los derechos humanos, las buenas costumbres, la paz de los ciudadanos y visitantes de Quito, Patrimonio Cultural de la Humanidad.