Marc Bassets, corresponsal de El País en Washington, ha escrito un reportaje sobre la posible significación política de ciertos cambios en las costumbres sociales de los norteamericanos para preguntarse si hoy EE.UU. abraza causas progresistas.
La legalización del matrimonio homosexual y la de la marihuana, la disminución en la aplicación de la pena de muerte, el aumento del salario mínimo en tiendas comerciales como Walmart y el discurso sobre la desigualdad en el país son algunos de los temas que llevan al reportero a investigar el tema. El reportaje es pulcro, equilibrado, no toma partido y apenas si opina, pero su contenido conduce al debate: ¿Avanzan las causas progresistas en Estados Unidos? ¿Significa esto que los cambios en los temas sociales han variado el carácter ideológico de la sociedad en la aldea global y hoy el mundo entero es más progresista?
Un debate semejante sucedió con el triunfo de Obama en 2008 y con su reelección en 2012. Para muchos, la creación de la coalición formada por jóvenes, minorías hispanas y asiáticas, gais y mujeres revelaba un presente y auguraba un futuro progresista y demócrata.
Pero el triunfo arrollador del Partido Republicano en las elecciones intermedias de 2014 puso en entredicho cualquier noción de triunfalismo de las izquierdas. Nadie puede negar que Estados Unidos es hoy un país diferente al de hace dos décadas. Es mucho más multicultural, mucho más diverso, más abierto, más tolerante. Pero es también un país más dividido en facciones aparentemente irreconciliables.
Así las cosas, ¿cómo explicar la paradoja de que en un estado ultraconservador como Alabama puedan celebrarse ahora bodas entre personas del mismo sexo? Y esto sucede no solo en Alabama, sino en 37 de los 50 estados de la Unión. ¿Cómo entender que en el mismo país donde hace apenas unos meses los votantes eligieron un Congreso en el que domina el Partido Republicano, la marihuana para fines recreativos haya sido legalizada en cuatro estados y en la capital de la nación y en 23 más la hayan aprobado para fines “medicinales”?
Tradicionalmente, las diferencias entre conservadores y progresistas o derechas e izquierdas han sido fáciles de trazar. Los conservadores aborrecen el cambio, quieren preservar el statu quo y los progresistas lo favorecen porque quieren cambiar el orden establecido.
Las izquierdas asumen que el papel del Gobierno es garantizar la igualdad de oportunidades, proteger las libertades civiles, los derechos humanos de los individuos, aliviar las penurias de los más necesitados y aceptan de manera natural el cambio de costumbres. Mientras quelas derechas enfatizan en la responsabilidad individual, abogan por un Gobierno limitado, el libre mercado, una defensa nacional robusta, desconfían del cambio y veneran los valores tradicionales.
Y es aquí donde está el quid del asunto planteado por Bassets. Las costumbres, entendidas como valores, han venido experimentando sus mayores transformaciones más en consonancia con la época que por razones ideológicas. No es que EE.UU. abrace causas progresistas, las costumbres cambian porque la gente se reafirma como persona y el cambio obedece a ese pragmatismo americano en el que poco a poco la realidad se impone a los prejuicios.
El Tiempo, Colombia, GDA