La inversión ausente

Se ha vuelto rutinario reportar cada año bajísimos niveles de inversión extranjera en el Ecuador. Y el 2013 no fue una excepción, con únicamente USD 703 millones de IED (inversión extranjera directa).

Si bien ese monto presenta un aumento frente al año 2012, sigue siendo un valor extremadamente bajo si se lo compara con el mismo Ecuador (en el pasado) o con los países vecinos.

La IED reportada para el 2013 equivale únicamente al 0,7% del tamaño de la economía, lo cual está cerca del promedio de la inversión extranjera recibida desde el año 2006. El problema es que desde el 2006 hemos recibido poca inversión.

Más o menos desde que se le canceló a la Oxy (2005), la IED está especialmente baja. Antes, por ejemplo entre 2002 y 2004, la IED andaba cercana al 2,5% del PIB, que, sin ser altísimo, era más del triple de lo actual.

¿Qué factores podrían hacer que una empresa extranjera invierta en el país? Básicamente dos cosas: consideraciones económicas y financieras y consideraciones sobre la estabilidad de las leyes y las normas.

Veamos primero los temas económico-financieros. Cualquiera que piense en invertir en el país analizará cuánto puede ganar y qué otras opciones tiene. Por ejemplo, con un precio del petróleo tan alto, quien invierta en ese sector podría ganar bastante plata. Y, al mismo tiempo, la opción de no poner la plata a producir es una pésima idea porque dejar el dinero depositado en un banco (norteamericano o europeo) es condenarse a ganar unos intereses bajísimos (las tasas de interés en el mundo entero están en récords mínimos históricos).

Parecería entonces lógico invertir en el Ecuador, un país lleno de productos con precios al alza, sobre todo cuando no hay ningún incentivo para quedarse con el dinero ocioso.

Pero resulta que aquí les vivimos cambiando las normas y por eso los europeos, los gringos y los asiáticos terminan invirtiendo, pero en otros países. Porque en todos los países de América del Sur, la IED es superior al Ecuador. Por ejemplo, en Chile, Bolivia y Uruguay es más del 5% del PIB (acá, no olvidarse, es el 0,7%). En Perú, Colombia y Brasil está entre 5% y 3%, en Argentina está por el 2% y sólo Venezuela se acerca a nuestro nivel (allá reciben IED equivalente al 0,8% de su PIB).

Obviamente siempre habrá algún revolucionario trasnochado que vocifere contra la IED por considerarla como una herramienta del malvado imperialismo (o alguna de esas frases hechas que tanto les gusta repetir), pero en la práctica la inversión que viene de otros países tiende a crear empleos bien pagados y a fomentar la competencia dentro del país. Y esas son dos maneras de lograr que la economía esté al servicio del consumidor y de aumentar la riqueza del país. En realidad, vociferen lo que vociferen, la IED es positiva para el país. Bueno, ‘sería’ positiva.

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