¿Desbordamiento o restricción?

Tres escenarios: un Museo Nacional en proceso de descomposición al que pronto se le echará una manita de gato; un nuevo libro, “El museo desbordado. Debates contemporáneos en torno a la musealidad” (María Fernanda Cartagena y Christian León) que proponen pensar al museo más allá de la obsoleta y poco responsable conservación de colecciones; una especialización en marcha sobre Museos y Patrimonio Histórico (Universidad Andina) que forma agentes de transformación de la institución museal.

En Bogotá, el Museo Nacional sufre una de sus más profundas transformaciones tras serios y largos debates que han logrado suplantar la idea de un museo cuyas colecciones, exposiciones o mediación deben estar al servicio y fortalecimiento del poder.

Tras largos años de debate, nuestro Museo Nacional solo ha sufrido un cambio de manos, del Banco Central al Ministerio de Cultura y Patrimonio. La museología sigue siendo una historia lineal, sin aristas, que no interpela sino impone criterios obsoletos. Varios proyectos de guión encargados a especialistas duermen el sueño de los justos.

Los ciudadanos exigimos un debate concienzudo sobre su destino y conocer cómo y cuando se llevará a cabo la suplantación de este modelo colonial por el de un museo liberador cruzado por problemáticas como el género, la interculturalidad, la ciudadanía; un verdadero agente de transformación social.

A contrapelo de lo anterior, el “Museo desbordado” resulta pionero en la elaboración de tesis de trabajo en cinco ejes: la descolonización del museo, una interpelación a los tradicionales museos nacionales; la capacidad de convertirse en un agente para una educación transformadora en la producción de nuevo conocimiento y crítica; una discusión inteligente en torno al espectador pasivo y su transformación en agente ciudadano; el cuestionamiento sobre el uso del patrimonio y la noción del mismo; las nuevas tecnologías y redes, eventuales espacios desde donde propiciar lecturas plurales y diversas del patrimonio y la memoria. Un libro que será un texto de consulta ineludible, un punto de partida para el debate.

Paralelamente, la Universidad Andina de manera pertinente forma a los nuevos agentes de transformación de estos obsoletos estamentos modernos. Han logrado un equipo de docentes de primera línea, la malla curricular da cuenta de los problemas señalados por los autores reseñados, el programa se mueve entre la teoría y la praxis. Una vez entrenados, ¿podrán las autoridades escuchar –y contratar- estas nuevas voces? ¿No habremos arado en el mar una vez más?

Si el Gobierno impulsa o al menos dice impulsar la educación crítica y liberadora, ¿debo suponer que la práctica de este nuevo pensamiento debe aterrizar en la transformación revolucionaria de las instituciones?

akennedy@elcomercio.org

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