La independencia produjo consecuencias de largo plazo en la historia. Generó identidades y fue punto de partida para la adopción de los símbolos nacionales, es el referente que se invoca para hablar de la patria, para defender la democracia y la libertad, para caracterizar a la idea de “nosotros” frente a los “otros”, y localizar a los “enemigos”. En todos nuestros países, el imaginario nacional y el nacionalismo están predominantemente centrados en las gestas independentistas y sus figuras.
Los nombres de algunos países vinieron desde la Colonia, como en el caso de Venezuela y Perú. Pero en otros, el nombre se adoptó en pleno proceso independentista. Así sucedió con la República de Colombia, que agrupaba a Venezuela, Nueva Granada y Quito, y bautizada con ese nombre en 1819. Bolivia no adoptó los nombres tradicionales de Charcas o Alto Perú en su fundación de 1825. Asumió un nombre inspirado en el Libertador. Lo ha conservado en toda su trayectoria histórica. En Ecuador, la Constituyente de 1830 optará por bautizar al nuevo país con un nombre sin antecedentes históricos, pero que ocultaba las diferencias regionales con una neutra referencia a la Geografía.
El nombre tradicional de unos países se mantuvo y consagró en los pronunciamientos independentistas. En otros, precisamente en el acto fundacional se adoptó un nombre que los identificó desde entonces. De todas maneras, la denominación usada en las independencias se proyectó a toda la vida nacional.
Las fechas de los acontecimientos de las independencias son referentes fundamentales en nuestros países. Los aniversarios de los pronunciamientos iniciales que abrieron el proceso libertario, o los de las batalles con que fueron expulsados los gobernantes y las tropas españolas, se declararon como nuestras fiestas o efemérides. En los países andinos, como sucede en toda Latinoamérica, la “fiesta nacional” es una fecha que conmemora la independencia. En muchos otros lugares, en las ciudades grandes y pequeñas, la gran celebración es la fecha de su propio pronunciamiento independentista.
Como ya se ha destacado en muchos estudios, los héroes de la independencia se consideran también símbolos nacionales. Simón Bolívar, por ejemplo, representa la lucha por la libertad, por la consolidación de la República y el Estado de Derecho; ilumina los esfuerzos por la integración y la unidad de nuestros pueblos. Además de un culto estatal, hay una suerte de “bolivarianismo de consumo” muy frecuente en nuestros países, que maneja la imagen del héroe como mercancía, llena de retórica.
Otros héroes y heroínas como Antonio José de Sucre, Antonio Miranda, Policarpa Salavarrieta, Manuela Sáenz, se han constituido en símbolos nacionales y han generado fuertes consensos sobre la proyección de la Independencia en la vida nacional.