Luego de cinco décadas los grandes protagonistas de la crítica al sistema en el mundo son los estudiantes; los mexicanos en primera fila.
En 1969 el célebre pensador y escritor mexicano Octavio Paz, en su ensayo Postdata, reflexionaba sobre la explosión estudiantil: “1968 fue un año axial: protestas, tumultos y motines en Praga, Chicago, París, Tokio, Belgrado, Roma, México, Santiago… De la misma manera que las epidemias medievales no respetaban ni las fronteras religiosas ni las jerarquías sociales, la rebelión juvenil anuló las clasificaciones ideológicas”.
En Europa y en los Estados Unidos los jóvenes se levantaron contra el denominado “desarrollo” y “progreso”, banderas de la modernidad, que según Paz significaban “la destrucción del equilibrio ecológico, la contaminación de los espíritus y de los pulmones, las aglomeraciones y los miasmas en los suburbios infernales, los estragos psíquicos en la adolescencia, el abandono de los viejos, la erosión de la sensibilidad, la corrupción de la imaginación, el envilecimiento de Eros, la acumulación de los desperdicios, la explosión del odio…”.
Los estudiantes en Europa del Este y en México, además de su cuestionamiento a los “valores” del capitalismo, focalizaron su rechazo al autoritarismo, de los partidos comunistas en el caso europeo que vivía bajo el “socialismo real”, y a la dictadura y corrupción de décadas ejercida por el Partido Revolucionario Institucional, PRI, en la realidad mexicana. “Toda dictadura, sea de un hombre o de un partido, desemboca en dos formas predilectas de esquizofrenia: el monólogo y el mausoleo. México y Moscú están llenos de gente con mordaza y de monumentos a la Revolución”, sentenciaba Octavio Paz.
La lucha de los estudiantes mexicanos se resumió en una frase: democratización del país. Esto debía implicar entre otras cosas desmontar un sistema político que tenía como centro de operaciones al partido único. Partido que según Paz: “Su misión principal es la dominación política, no por la fuerza física sino por el control y la manipulación de grupos populares… el monopolio político implica no solo el control de las organizaciones populares, sino el de la opinión pública”.
La respuesta del Gobierno a la acción estudiantil fue la represión irracional. El 2 de octubre de 1968 centenares de estudiantes mexicanos fueron masacrados en la Plaza de Tlatelolco.
En el 2014, casi en las mismas fechas, fueron asesinados varios estudiantes normalistas y hasta la fecha otros 43 no aparecen. México está indignado y encendido. Pide por los desaparecidos, pero también, como antes, se cuestiona al poder que está intacto.
Los estudiantes se levantan. No solo los mexicanos, también los latinoamericanos, entre ellos los ecuatorianos, que reclaman su derecho a la educación y a vivir en un país democrático.
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