“Nadie se muere la víspera”, es la verdad popular que se opone a la verdad oficial en la muerte del fiscal Nisman en Argentina. La verdad oficial dice que el fiscal apareció muerto en su casa a puerta cerrada con la llave puesta por dentro. La puerta del baño también atrancada con el cuerpo, que tenía un balazo en la sien y yacía sobre un charco de sangre. Había una pistola junto al cuerpo para atestiguar suicidio.
Parecía evidente, pero era la víspera de su presentación en el Congreso donde se disponía a presentar pruebas contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner a quien acusaba de encubrir a los terroristas de Irán que mataron a 85 personas en el atentado de la sede judía en Buenos Aires. La teoría del suicidio se desvaneció, entre incongruencias, tan pronto, que la Presidenta argentina cambió de discurso en 48 horas. Recluida en el palacio, dijo primero que era suicidio y después que estaba convencida de que no era suicidio. Ya nadie le creyó.
Así suelen ser las versiones oficiales, tan simples que resultan inverosímiles. Nos acaba de pasar a nosotros con el organismo más importante de la democracia, el Consejo Nacional Electoral. La versión oficial dice que una vocal renuncia por razones personales. Es reemplazada y también el Presidente elegido ocho días antes. Siendo inverosímil la versión oficial, empieza a hacerse verosímil la teoría de los opositores según la cual la decisión de cambiar de vocal y cambiar de Presidente viene de fuera del Consejo. Resulta sobrecogedora la idea de que haya alguien capaz de nombrar, destituir o cambiar, desde fuera, a los miembros y autoridades del Consejo Electoral.
Otra versión oficial que por simple resulta inverosímil es la renovación parcial de la Corte Nacional de Justicia. La versión del Consejo de la Judicatura dice que por mandato constitucional debía renovarse un tercio de la Corte; que se realizó una evaluación a todos los jueces con variables cualitativas, cuantitativas, administrativas y disciplinarias para separar a los de menor puntaje.
La duda se instaló al advertir que los salientes son los jueces cuya elección fue cuestionada por el veedor internacional Baltasar Garzón y cuyas calificaciones fueron manipuladas, según el asambleísta Andrés Páez. Son los mismos jueces que manejaron casos “políticos” como el de diario El Universo, Mary Zamora, el asambleísta Kléber Jiménez, el caso Duzac, el de Pedro Delgado, el de Galo Lara, el caso Mahuad. Es sobrecogedora la explicación de Páez: “Luego de aprovechar el jugo van echando a la basura, el bagazo”.
Si la política abandona la solidez de las verdades y empieza a moverse entre señuelos, pierde credibilidad irremediablemente. Cuando hacemos crítica de esta práctica política nos hacemos autocrítica como sociedad tratando de recuperar la fe en el discurso y escapar de la división entre buenos y malos.