Pocas veces un periodista descubre una figura con poder, con influencia política, protegido en la sombra, como un gran secreto.
Es el tipo de personaje que todo reportero quiere encontrar. Es la metáfora del marciano que los periodistas buscan sin descanso. Y que nunca aparece.
Ocurrió cuando menos lo esperábamos, enero de 1999, cuando mucha gente se entusiasmó con la gracia nueva; cuando este experimento que hoy es tragedia y derroche y salto atrás, recién comenzaba a perfilarse.
Me encontraba con Hugo Prieto en la redacción de El Nacional, cuando nos alertaron que existía la posibilidad de entrevistar a Norberto Ceresole. Sabíamos que era un argentino que tenía enorme influencia en el entorno del presidente Hugo Chávez y que había sido financiado por el Ministerio del Interior como asesor.
Nos dio la entrevista sin pensarlo dos veces y nos citó en una casa modesta, dentro de una urbanización desarrollada por militares, que había servido de residencia del teniente coronel Hugo Chávez cuando salió de la cárcel de Yare.
La conversación fue larga. Ceresole abundó en su tesis más popular, la alianza entre pueblo y militares, como futuro del chavismo.
Sus ideas me llamaron la atención en aquel entonces, y hoy -a la sombra de una trifulca de bandoleros en el Comité Central, con pases de factura y zancadillas de bajo fondo- cobran un sentido particular.
“A partir del golpe de 1992, en Venezuela se genera un proceso en el cual se crea un nuevo liderazgo, que es el de Hugo Chávez. No importa que la gente no apoyara el golpe. Recorrí con Hugo Chávez Venezuela, entre 1994 y 1995, pueblo a pueblo. No me lo contaron, vi lo que era eso. Ese proceso nace en 1992.
“A partir del 4 de febrero Venezuela cambia, al menos cambia su tiempo político. Chávez representa un modelo político que yo diseñé desde los años 60. Esto es lo fascinante para mí. Es como un novelista que inventa un personaje y luego se lo encuentra por la calle. Es la fascinación que este país me produce como intelectual.“Chávez no tiene partido, en el sentido que Lenin le daba a esta palabra: “Instrumento de transformación”. En mi opinión, MVR es una organización para ganar elecciones. Eso sí. Hay de todo, por supuesto. Como decimos en Argentina: un saco de gatos. El único “partido” disciplinado es el Ejército.
Se están integrando políticamente el Ejército y las Fuerzas Armadas en general. Esta es la grandeza de todo esto, en el sentido de la originalidad. Es lo que diferencia a la Venezuela de hoy de cualquier cosa que conozcamos. Con el “agravante”, o con el aliciente, más bien, de que en el resto de Hispanoamérica no hay nada comparable a Hugo Chávez.
Aunque el diagnóstico de Ceresole celebraba la llegada del chavismo como una salvación, sus palabras fueron premonitorias al trazar amenazas que hoy condenan la sobrevivencia del Gobierno.
El Nacional, Venezuela, GDA