La Nación, Argentina, GDA
Cuando -en tiempos de Hugo Chávez- muchos creían que el precio internacional del petróleo solo podía subir, Venezuela puso en marcha un inédito programa de subsidios para algunos pequeños países de la región, en virtud del cual -a cambio de entregas de crudo subsidiado- se hizo de un conjunto de votos “cautivos” que utilizó en los organismos regionales.
De ese modo, su influencia relativa en América Latina creció desmedidamente, opacando la de otros países de la región y logrando que esta abrazara una suerte de “discurso único” en cuestiones de política exterior, estructurado obviamente sobre la concepción del mundo que tiene Venezuela. Crudo subsidiado, entonces, a cambio de votos y apoyos externos. Un negocio político.
Pero ocurre que, de repente, contra lo que Chávez intuyera, los precios internacionales del crudo comenzaron a caer, con efectos dramáticos sobre el esquema de poder antes descrito, al que Venezuela dedicó -desde el 2005- la friolera de USD 44 000 millones.
Los subsidios incluyen a Cuba, su principal beneficiario. Para Cuba, esos subsidios han obrado a la manera de “salvavidas”, con el que pudo mantenerla a flote pese a su ineficaz colectivismo. Nada menos que el 59% del petróleo que hoy consume Cuba es de origen venezolano y llega subsidiado. Hablamos de unos 100 000 barriles de crudo diarios.
El crudo venezolano también llega a Nicaragua. A su vez, para la República Dominicana, el crudo subsidiado venezolano conforma el 23% de lo que allí se consume. Para El Salvador, el 13%. Para Jamaica, el 32%. Y para Haití, nada menos que el 93%.
Lo cierto es que -en seis meses- el precio del crudo se ha reducido en un 50%, aproximadamente. Y que la economía de Venezuela está destrozada y que -por la carencia de divisas- todo es allí escaso. Lo que obliga a la gente a pasar buena parte de sus días haciendo colas para abastecerse de los artículos de primera necesidad. Situación que ha generado malestar y un profundo malhumor social y llevado la “popularidad” del ineficaz Nicolás Maduro a apenas un 24% de los encuestados.
Como cabía suponer, Maduro, sabiendo que el petróleo genera el 96% de los ingresos de Venezuela por exportaciones y tardíamente consciente del “brete” en el que está su castigado país, salió a mendigar apoyo financiero en el exterior, apuntando esencialmente a China, una vez más. Acaba de regresar, pero aparentemente con las manos semivacías. Apenas con algunos ofrecimientos de la banca privada de Qatar. China también tiene límites en los casos difíciles. Como ya sucediera con Zimbabue, la asistencia financiera china requiere alguna contraprestación: concreta en bienes o en materias primas. Cheques en blanco, no.
Por todo esto, la influencia política venezolana en la región se está desdibujando. Velozmente. Como cabía suponer.
Si la economía venezolana se deteriora aún más, la frágil situación doméstica del país se puede complicar. Enormemente. Y rápido. De allí los reclamos de cambio de rumbo, a los que Maduro prefiere ignorar.