El Estado Vaticano

Para poner fin al período de hostilidad entre el poder político de Italia y el papado -que se abrió con el proceso de la unificación italiana en 1870- Benito Mussolini suscribió con la Santa Sede en 1929 los Pactos de Letrán que crearon la ficción de que las 44 hectáreas enclavadas en el centro de la ciudad de Roma, al oeste del río Tíber -en las que están emplazadas la basílica de San Pedro, el museo, la Capilla Sixtina y la residencia y oficinas del Papa- eran un territorio sobre el cual se levantaba el Estado Vaticano.

Esta fue, en realidad, una invención del líder fascista italiano. El Vaticano no es ni puede ser realmente un Estado a la luz de la Ciencia Política. Carece de territorio, pueblo y soberanía, que son elementos esenciales del Estado, como forma de organización política de una sociedad. Sus súbditos no son sus ciudadanos ni tienen una nacionalidad vaticana y no constituyen un pueblo. Y el "bien común" del Vaticano -que llamarían los escolásticos- no es el bienestar de ellos -que para eso dependen del Estado italiano- sino la conducción de las relaciones religiosas del papado con las iglesias y los feligreses del mundo católico.

Mucho se ha discutido acerca de la naturaleza jurídica y política de la Ciudad del Vaticano. Ella no es un Estado. La parcela enclavada en plena ciudad de Roma no es un territorio. Quienes allí habitan o trabajan -alrededor de 900 personas- están sometidos a la jurisdicción del Estado italiano y, por tanto, no constituyen un pueblo en el sentido político de la palabra. Y la soberanía es muy discutible puesto que el Vaticano no ejerce jurisdicción sobre los ciudadanos que allí laboran. Los delitos que pueden cometerse deben ser juzgados por las autoridades judiciales de Italia. El Vaticano no tiene tribunales ni judicaturas civiles o penales de justicia. En una palabra: carece de soberanía.

Hay que concluir, entonces, que el llamado "Estado Vaticano" es una ficción mantenida por consideraciones de respeto al Papa, obispo de Roma y jefe de la Iglesia Católica, pero no es realmente un Estado a la luz de la Ciencia Política.

Por eso las Naciones Unidas han dado un trato especial al Vaticano: no como Estado miembro sino como misión observadora en la Asamblea General, al igual que muchas otras misiones observadoras que ocupan en ella lugares separados de los 193 Estados miembros, tales como la Organización de la Conferencia Islámica, la Liga de Estados Árabes, la Organización para la Unidad Africana, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, la Organización Internacional para las Migraciones, la Orden Soberana y Militar de Malta, Palestina, el Comité Internacional de la Cruz Roja, el Comité Olímpico Internacional y varias otras entidades observadoras de los períodos de sesiones y trabajo de la Asamblea General.

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