El bahareque se transforma para seguir vigente

La decoración interior de estas viviendas está abierta a todos los estilos, aunque el tradicional es muy cotizado. Foto: El Comercio.

La decoración interior de estas viviendas está abierta a todos los estilos, aunque el tradicional es muy cotizado. Foto: El Comercio.

La decoración interior de estas viviendas está abierta a todos los estilos, aunque el tradicional es muy cotizado. Foto: El Comercio.

Si usted ha visitado la Casa de Sucre, un inmueble patrimonial quiteño emplazado entre las calles Sucre y Venezuela, en el Centro Histórico de Quito, seguramente notó que las divisiones interiores de los pisos altos eran muy delgadas y livianas, pero perfectamente acabadas y con un excelente aislamiento acústico.

Pues esos tabiques divisorios están fabricados con bahareque, un material tradicional que era muy utilizado por los primeros ‘alarifes’ de la Colonia y cuyo uso se prolongó hasta bien entrada la República.

La masiva irrupción del hormigón armado acabó por reducir esta técnica constructiva en las ciudades a la mínima expresión. En las zonas rurales todavía es común, especialmente en los pueblos más ancestrales de la Serranía.

El bahareque es una técnica constructiva que, aunque usa la tierra como elemento compositivo, no debe confundirse con el adobe, el tapial y el cob, que lo aprovechan de forma extensiva, en grandes masas.

En el bahareque, el barro sirve de revoque o cubrimiento de mallas de materiales livianos como el dendro cálamus aster, la guadúa, el carrizo y otros tipos de bambúes.

De hecho, los tabiques y los techos de los inmuebles antiguos eran elaborados con esteras de carrizos, aunque en sitios como Otavalo todavía son populares.

Un puñado de arquitectos nacionales todavía usa el bahareque en sus proyectos cotidianos, con buen resultado.
Entre ellos se pueden anotar Fernando Hinojosa, Jorge Echeverría, Walter Carrera y los estudios Al Borde, Chaquiñán, Barro Viejo...

Este último, conformado por Fausto Acosta, María Augusta Sáenz, Julio Guayasamín y Julio Cerda, realizó algunas actualizaciones técnicas a este sistema constructivo para poder utilizarlo como sistema de paredes soportantes en el primero y segundo pisos.

Estas paredes, explica Julio Guayasamín, tienen 20 cm de espesor y están conformadas por un alma de caña guadúa tejida cubierta por los dos lados con barro reforzado con paja y otros elementos.

Para mejorar la sismorresistencia, se colocan contrafuertes del mismo material en sitios estratégicos (3,60 m entre sí) y soleras (una especie de cadenas de amarre de eucalipto) sobre las paredes.

Este sistema, explica Fausto Acosta, tiene muchas ventajas, además de las anotadas. Es termorregulador, buen aislante térmico y acústico, se combina perfectamente con elementos de madera y ladrillo, y es muy amigable con el ambiente. Es un sistema ecológico y sano.

La salud es vital. Una vivienda de bahareque es una verdadera jaula de Faraday, libre de toda influencia electromagnética. Es una verdadera casa sana, explica Walter Carrera.

Hay tres factores determinantes en este tipo de arquitectura, explica Carrera: el reciclaje, el montaje y la limpieza.

La tierra que se utiliza para fabricar las estructuras es extraída del mismo sitio donde se levanta la casa; eso significa un gran ahorro de tiempo y dinero y, asimismo, un buen aprovechamiento de los materiales.

El montaje se realiza de una manera más ágil y garantiza mejores estándares.

El tercer factor es que este sistema deja pocos residuos contaminantes y se reduce el impacto ambiental. Por sus cualidades ecológicas y ambientales, el bahareque es un sistema para tomar en cuenta.

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