La muestra Casacor Ecuador le devuelve la vida a una casa quiteña

Galería de ingreso. A cargo de Uribes (Mónica Uribe de Brauer y Cayetano Uribe Baumgartner). Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Galería de ingreso. A cargo de Uribes (Mónica Uribe de Brauer y Cayetano Uribe Baumgartner). Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

Villa Helvetia, construida entre 1917 y 1923 por el arquitecto Francisco Durini, fue adecuada y remodelada. Ahora acoge a la muestra internacional Casacor Ecuador. Foto: Diego Pallero/ EL COMERCIO

La casa recobró su esplendor. Recuperó la torre que había perdido en el terremoto que azotó la ciudad en 1987 y los cuartos se vistieron con nuevos muebles y adornos. Volvieron, asimismo, a resonar los ecos de pisadas en los pasillos.

Villa Helvetia, nombre con el que la bautizó su creador, el arquitecto Francisco Durini, en honor a su natal Suiza, se alza, magnifica, en las calles Ulpiano Páez y Luis Cordero, en el sector de La Mariscal, en Quito. Y recientemente, desde el 17 de octubre de 2014, acoge a los participantes de Casacor Ecuador.

El evento de diseño y decoración se realiza por primera vez en el país, gracias a la intervención de Pamela Navascués y Mónica Cabeza de Vaca, representantes de la franquicia en Ecuador. Esta iniciativa fue lanzada en Brasil en 1987 y reúne las tendencias en auge en los campos de arquitectura, diseño, decoración e inclusive arte.

Un enorme jardín francés con senderos de adoquines, árboles, palmeras y las macetas originales de la construcción da la bienvenida a los visitantes y acapara las miradas de los transeúntes.

Hace un año era apenas perceptible, a pesar de ser patrimonio de la ciudad, era una casa abandonada más que cohabitaba en la urbe junto a edificaciones más modernas. Antes de la adecuación, por el amplio terreno, fue utilizada como parqueadero.

Finita Durini, hija del arquitecto Durini y heredera de Villa Helvetia, pensaba que la que fue su casa por décadas -durante su infancia y cuando formó su familia- jamás recuperaría su magnificencia. Así lo cuenta su nuera María Esperanza Jáuregui.

Sin embargo, cuando Casacor Ecuador comenzó a tomar forma y los representantes brasileños empezaron a buscar un espacio para la muestra en Quito, Villa Helvetia destacó entre todas las casas y fue seleccionada. Le dieron una segunda oportunidad, una segunda vida.

Durante siete meses de trabajo casi sin descanso, de lidiar con contratiempos y con la presión de la inauguración del evento encima, Bernardo Jáuregui (el arquitecto elegido para la restauración), con la colaboración de un equipo de artesanos -albañiles, carpinteros, cerrajeros, entre otros- trasformaron la derruida construcción en un espacio digno de acoger a un evento nunca antes visto en Ecuador.

Los trabajos más difíciles fueron los de carpintería, confiesa el arquitecto, que por lo general no realiza refacciones de este tipo. Además tuvieron que reforzar las estructuras, cambiar varias vigas y gran parte de los pisos. Aun cuando no es su fuerte, Jáuregui asegura que le encantó encargarse del proyecto y que lo volvería hacer.

A pesar de que la casa luce como nueva, conserva detalles de su época original: pisos con patrones coloridos, cenefas (cuyo diseño varía según la habitación), el techo de latón del comedor, rosetones y el pasamanos.

Además, varios marcos de ventanas y puertas de la casa se utilizaron para decorar el pequeño e improvisado restaurante que acompaña la muestra. Al espacio culinario se lo bautizó Zexto y es parte de los restaurantes del Grupo Z (Zazú, Zao, Zuni, etc.), que constituyen un referente en materia gastronómica en la ciudad.

Las reparaciones de la casa, que antes abarcaba un territorio más amplio y llegaba hasta la avenida 10 de Agosto, se realizaron hasta el último día -incluso después de que se tomaran las fotografías de promoción del evento-, ya que se cuidaron hasta los más mínimos detalles.

Una vez concluido el trabajo arquitectónico llegó la hora de ‘vestir’ la casa, es decir decorar los 30 cuartos concesionados a diferentes empresas y diseñadores ecuatorianos y extranjeros que exhibirían no solo sus productos y colecciones, también sus ideas.

Entrar a la renovada Villa Helvetia es sumergirse por dos horas o más en un mundo alterno que alberga en sí microcosmos alternos. Cada cuarto espacio tiene una temática propia y en lugar de simplemente mostrar las tendencias en boga, recrea los pensamientos y la creatividad de los diseñadores.

Muchos de los expositores van más allá de la decoración e incorporan piezas artísticas en sus habitaciones. Tal es el caso de la Galería de Ingreso- nombre con el que se bautizó al recibidor- a cargo de Uribes, en la que una magnífica obra de arte abstracta realizada por un artista que trabaja con los arquitectos del despacho a cargo, invita a los visitantes a continuar el recorrido.

La vertiente artística se extiende también hacia el cuarto contiguo, el salón principal, en el que María Luisa Barahona puso en escena un ambiente idóneo para la relajación, recibir invitados y deleitar la vista. Exquisitos muebles contrastan con esculturas de hierro fundido y oxidado y un cuadro que representa a un frondoso ‘árbol de la vida’.

Pero el espacio que, sin duda, se lleva aplausos por su despliegue artístico es la Habitación azul de Diego y Frida, en el segundo piso de la casa y de cuya puesta en escena se encargaron Nina Smith y sus hijos Anahy y Matheo.

Todo en él recuerda a la artista mexicana, todo en él fue colocado y pintado pensando en ella. Así, hay sillas en el techo, una tina junto a la ventana, una reproducción de la icónica cama, vasos tequileros, una botella de Jimador, frases, decenas de imágenes de Frida…

Por otra parte, hay cuartos que exhiben piezas únicas y particulares. Como la Suite Principal y su despampanante candelabro rojo, el Jardín de los Secretos (una acogedora terraza rodeada de plantas y flores) y su mesa y vajillas para tomar el té.

También resaltan el  bargueño limeño negro y el caballito de latón a juego de 70 años que adornan el espacio vintage diseñado por María Susana Rivadeneira y Valeria Licardi, además del cofre hecho de huesos de camello que descansa en el Vestidor de Película de José Miguel Montoya.

Con la llegada de Casacor al país, Villa Helvetia recuperó su viejo aire art noveau y rescató sobre todo la monumentalidad. La misma con la que fue levantada en la década de los 20.

Los datos

El arquitecto Francisco Durini fue el creador de numerosas edificaciones y monumentos en Ecuador, Argentina, México y Costa Rica. 

La muestra incluye un galpón de la casa- una construcción posterior- en donde se exponen obras y piezas de diseñadores y artistas ecuatorianos. 

Jardines. La iluminación exterior del jardín corrió a cargo de Luis Hernán Coloma de High Lights. El diseño de iluminación lo hizo David Heredia de Soga Design y el diseño del jardín Francisca Freile. 

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