Emily K. Pozo: 'Cuando pierdes a alguien tan cercano aprendes a vivir'

Emily K. Pozo. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Emily K. Pozo. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO

Introducción:

Emily K. Pozo es toda sonrisas y en su compañía es fácil sentirse reconfortada. Es también una mujer que enviudó hace dos años y en lugar de echarse a morir decidió hacer el Camino de Santiago en honor a su marido, Mauricio Pozo, que murió repentinamente a causa de un aneurisma. Es de Chicago y su apellido de soltera es Caldwell; su acento todavía la delata, pero se siente de acá. Por eso, aunque no tiene hijos ni familia en el país, ha decidido quedarse a vivir en Guayaquil, donde es la nutricionista de un gimnasio. Emily fue obesa -así la conoció su esposo- pero ha logrado llegar a un peso saludable y quiere ayudar a que más gente lo haga también.

Testimonio:

Ahora estoy pensando en mí; si quiero hacer ejercicio lo hago, y aunque fulano o mengano quieran hacer tal cosa, yo hago lo que quiero, porque ahora me toca a mí. Entendí que primero tengo que hacer cosas para mí para poder seguir ayudando a la gente. Antes era lo opuesto: daba prioridad a los demás.

Para mí, trabajar en salud es primordial, especialmente a esta edad, porque a los 40 años el cuerpo no es igual al de antes, aunque queramos que sea. Hay que pensar en la salud, porque aunque solo son 40 ya no son 25 años. Sí, es solo un número, pero el cuerpo sabe más...

Yo puedo dar el ejemplo de que sí se puede cambiar, que se puede mejorar porque la vida es una cosa tan linda. Después de que falleció mi esposo una amiga me dijo: Cuando pierdes a alguien tan cercano aprendes a vivir, en vez de sobrevivir.

Porque nosotros sobrevivimos típicamente; comemos, dormimos, trabajamos, pero no disfrutamos de la vida. No tengo hijos porque era hipertensa y prediabética; no pude embarazarme porque era recontragorda. Por eso cambié mi estilo de vida; ahora me puedo embarazar, pero ya no está mi esposo. Bueno, todo pasa por algo, ¿no?

La viudez es difícil de explicar; es como ser soltera otra vez. Pero lo bueno es que puedes corregir lo que hiciste mal. Ahora, por ejemplo, yo pasaría menos tiempo en el trabajo y más con mi pareja. Nosotros trabajábamos juntos, y compartíamos mucho tiempo, pero más como compañeros de trabajo que como pareja.

Cuando digo que soy viuda, la mirada de la persona que se entera se pone triste, pero de ahí se olvida pronto y soy una más. Si alguien me pregunta lo digo, pero no es que voy diciéndolo a todo el mundo.

Recién empecé mi trabajo de nutricionista y además estoy reorganizando mi fundación (Galapagos ICE Organization - Immerse Connect Evolve). Quiero ayudar a los demás a entender que la vida es preciosa, porque a veces nos quedamos estancados en lo mismo.

Yo no me arrepiento de nada, porque con cada cosa que he hecho he aprendido. En este momento solo me preocupa la posibilidad de quedarme sola. He intentado estar con otras personas, pero no me he vuelto a enamorar. Hay personas que nunca han sentido el amor que yo sentí. El matrimonio con mi esposo fue un cuento de hadas; todos los días nos despedimos con un ‘te amo’. Un día me dijo: Emily, tenemos que pelear. Y le pregunté por qué; me contestó que había leído que para mejorar la relación había que pelear. Creo que en los siete años que estuvimos juntos discutimos cuatro veces. Yo puedo decir que conozco el amor verdadero. Y me siento dichosa por eso.

Suplementos digitales