La magia es un milagro que aunque ocurre sobre el escenario también puede aplicarse a la vida personal. Así es como la maga Melyna define al arte del ilusionismo. Y bajo esa premisa se desarrollará en Quito el Primer Encuentro Internacional Magia Mujer y Luna, que además de celebrar y reivindicar la presencia femenina en este oficio, también busca generar un momento de reflexión sobre la violencia de género.
La cartelera está conformada por 11 ilusionistas mujeres de Perú, Argentina, Venezuela y Ecuador. Ellas compartirán el escenario de la sala Demetrio Aguilera Malta de la Casa de la Cultura, en presentaciones que se realizarán desde mañana hasta el sábado 7 de marzo.
Para el domingo 8 de marzo está prevista una gala con invitación dirigida a personas en situación de vulnerabilidad con la presentación de todas las magas en escena.
“Para encontrar la ilusión, solo hay que dejarse ilusionar”, asegura la Maga Gisell. La artista peruana ha fusionado en su rutina la magia y el teatro incorporando técnicas de pantomima, manipulación, entre otras.
En su presentación ella desarrollará una historia en la que un personaje llamado Eumilia se convierte en maga. Aunque en este caso el teatro está a favor de la magia, Gisell explica que el mago, más allá de representar un personaje, potencia su propia personalidad, creatividad y empatía.
“No es que yo me transforme en otro cuando hago magia, es que yo soy yo mismo cuando hago magia”, concluye parafraseando al maestro Juan Tamariz.
Una región donde los magos latinos y especialmente las mujeres están rompiendo con el estereotipo del clásico mago de frac y sombrero, integrando a sus rutinas detalles estéticos propios de cada ilusionista así como elementos culturales de cada país, según comenta la maga venezolana Dania.
Con premios en magia de cerca, argumentada y escénica, Dania explica que todos los efectos de ilusionismo cuentan una historia con algo de misterio o comedia, donde el mago se encarga de llevar la fantasía a la vida real, asumiendo, a veces, roles tan cotidianos como el de un barbero, un cocinero o hasta un profesor.
Pero detrás de cada efecto y rutina hay decenas de horas de trabajo, generalmente con maestros con los que se trabaja la postura, el vestuario, la expresión facial y corporal, la iluminación y la música. Un trabajo en equipo, como dice la Mágica Rocío, quien descubrió su vocación al ver las proezas de David Coperfield y la perfeccionó junto al mago Daba.
Un arte que según la maga ecuatoriana Sadia se extiende porque cada vez hay mas aficionados autodidactas pero que también se transmite de maestros a sus pupilos o entre generaciones familiares.
Este último fue el caso de Maca Jarrín, una de las ilusionistas más jóvenes del Ecuador, quien heredó la afición de su padre. A sus 12 años se enfrentará por primera vez al público con una rutina de magia argumentada en la que la ilusión de un amor infantil será la protagonista.
Fantasía hecha realidad, las ilusionistas coinciden en que la mujer adopta un rol protagónico en la escena regional y mundial con propuestas escénicas que resaltan la figura femenina y que sorprenden con su habilidad y su técnica.