El juguete actual divierte, educa, y pule destrezas

Los soldaditos para el juego de bolsos son del taller Tintín. Foto: Alfredo Lagla/EL COMERCIO

Los soldaditos para el juego de bolsos son del taller Tintín. Foto: Alfredo Lagla/EL COMERCIO

Los soldaditos para el juego de bolsos son del taller Tintín. Foto: Alfredo Lagla/EL COMERCIO

La Navidad se acerca rápida y silenciosa y la gente menuda se frota las manos: es la época de regalos y juguetes.

El niño de hoy tiene, definitivamente y gracias al acelerado desarrollo tecnológico, mucha más chispa que el nacido hace apenas 15 años.

También posee, obviamente, muchas más herramientas para prender esa chispa creadora. Y reclaman juguetes y diversiones que se ajusten a su nuevo perfil.

Los talleres internacionales que se especializan en diseñar y producir juguetes para niños entendieron esa coyuntura desde hace rato y la plasmaron en sus nuevos modelos, los cuales son una sumatoria de estética, funcionalidad, tradición y, al mismo tiempo, desarrollo.

Los nuevos modelos para niños de toda edad –interactivos todos- que salen de los talleres de Brios, P’Kolino, Iglooplay, Kairos, Ikea, Lego y Weplay, por nombrar los más mediáticos, tienen un determinante de diseño: son educativos y sirven para mucho más que entretener y divertir. Son juguetes proyectados para mejorar las capacidades motrices, congnitivas, de razonamiento lógico y de desarrollo de las diferentes conciencias que tiene el ser humano, como la auditiva, la visual, la racional…

Los parámetros que definen al juguete–unidad de trabajo actual son más consistentes y, paradójicamente, menos complejos, explica María de Lourdes Moreno, gerenta de Lidex, una tienda especializada en este tipo de equipamientos.

En su local ubicado en la Isla Genovesa y Tomás de Berlanga, en Quito, existe un menú casi infinito de estos implementos; muchos fabricados in situ y otros tantos importados.

La impronta de todo ese stock es que son didácticos; es decir, sirven para desarrollar una o varias destrezas de los traviesos por antonomasia.

Hay laberintos de varios niveles, bambinos, relojes multifunciones, árboles de canicas, ‘bambinos’, miniarcos. Todos han sido pensados y fabricados para educar, entretener y mejorar una o varias destrezas de quienes los usan, que pueden ser niños de pocos meses a 100 años, recalca Moreno.

Dos ejemplos. Primero: el árbol de canicas es un artefacto que enseña a los párvulos las escalas musicales tan solo con ‘bolas’ que caen de la copa a la raíz del arbolito de madera. Segundo, el Bambino, que es una especie de rompecabezas con una guía que enseña a los chicos a visualizar colores, tamaños, cantidades, situaciones y objetos integrales.

Los materiales más usuales de este tipo de juguetes son la madera y los plásticos, especialmente el polipropileno, un polímero de amplio espectro que permite diseños audaces, baratos y muy duraderos.

En Muebles Tintín, en cambio, la madera es el material preferido. En ese taller artesanal de corte familiar, emplazado entre Juan de Dios Martínez Mera y Portugal, por la iglesia de Fátima, los juguetes tienen otra alma, sin dejar de ser educativos y aspiracionales.

“Nosotros utilizamos el seike y el olivo (una especie de polilepus) para dar forma a objetos que eduquen pero también diviertan”, asevera Liz Espinosa, la marketinera del taller.

En Tintín se encuentran primorosos teatrinos, juegos de bolos sui géneris, muñecas con funciones de títeres...

Los precios, en los dos locales varían desde USD 2 hasta USD 100 y más, dependiendo del tipo de juguete, la complejidad del mismo, el tamaño, los materiales...

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