Miguel Betancourt, entre Castillos ondulantes, Retablo quiteño y El perfil de una montaña. Vicente Costales/ El Comercio
Ver el paso de la luz por los grandes vitrales de las iglesias góticas y medievales de Colonia (Alemania), York y Londres (Inglaterra) dejó una gran inquietud en el artista Miguel Betancourt.
La mezcla de colores gracias al choque de los rayos de sol lo sobrecogieron, de modo que aquella amalgama dejó resonando una preocupación estética que, con el paso de los años, dio sus resultados.
‘Imágenes a trasluz’ es uno de ellos. Esta nueva muestra de Betancourt, que se inauguró ayer (29 de octubre), reúne 13 piezas inéditas de mediano formato y estarán expuestas hasta el 19 de diciembre en la sala Gangotena-Michaux, de la Alianza Francesa. Pero además, junto a estos cuadros móviles que por su soporte y disposición en el espacio se asemejan a esculturas, también estarán más de 30 acrílicos y acuarelas producidas en años anteriores.
El fin de colocar los cuadros de otros años con las nuevas piezas, todas acuarelas y elaboradas estos dos últimos años, no es más que resaltar el trajín artístico al que se ha aproximado Betancourt en sus más de 40 años de experiencia. Piezas que van de inicios de su carrera como Ciudad que flota en la memoria (1987) o Figuras vegetales (1993) muestran el estilo característico del artista. El mismo que se afirma, con su trazo cercano a la caligrafía, en las acuarelas dobles de Retablo quiteño, Sagrario encendido o Deidad con halo azul.
No obstante, lo particular de ‘Imágenes a trasluz’ es la propuesta estética de provocar múltiples interpretaciones en el momento de apreciar estos trabajos. Esto también se muestra en el video de Cristian Molina (Galería Xerrajeros), que acompaña la exposición. Al ubicar dos acuarelas distintas pero con motivos similares entre dos láminas de vidrio, el paso de la luz permite la transformación de la imagen.
Tanto los estilos distintos que emplea Betancourt como la cromática de los dos lados generan percepciones variadas de una misma pieza. Basta con moverse alrededor de alguna de las acuarelas para iniciar la búsqueda de las distintas tonalidades que brinda el cambio de luz.
Por ello es enfático en subrayar que una de las apuestas en esta nueva etapa es envolver al espectador cuando aprecie las obras. Por ejemplo, al observar Perfil de una montaña (2014) pueden apreciarse tonos pasteles de un lado, y en su revés abstracto mirar los azules y rojos que proporcionan más tonalidades al ser atravesados por los reflejos del sol.
Esto también es posible gracias al tipo de papeles que ha usado Betancourt: seda, fibra vegetal o abacá. En sus varios viajes dentro y fuera del país, el artista plástico buscó otro tipo de soportes que permitan consolidar obras que exploren texturas distintas. Algo de lo que ya ha hecho gala en otras ocasiones, como en su exposición antológica ‘Colores y texturas’ en el 2011.
Mas, no solo se juntan cromáticas distintas, soportes novedosos y la apelación al movimiento de la mirada atenta frente a la obra. Betancourt se mueve entre lo figurativo y lo abstracto, continuando así la variedad de estilos que ha desarrollado en su trayecto creativo.
Y apoyándose en esta versatilidad es que ha montado temáticas que indagan en el sincretismo cultural que vive el ser andino. Es el caso de Europa y América (2014), donde un rostro de rasgos indígenas se junta a otro de facciones más caucásicas.
Asimismo, Betancourt regresa a uno de los motivos recurrentes en su obra: lo barroco. Este se traspone con evidencia en piezas como Levantamiento con elementos sacros (2014) o Vuelo y Éxtasis (2013). La simbología y los colores empleados remiten a la experiencia cultural derivada de los artistas indígenas y el rococó europeo.
Ciertamente, ‘Imágenes al trasluz’ posee en su propuesta cierto carácter lúdico, al involucrar en la mirada inquieta al espectador. La ambigüedad tiene lugar, pero no para confundir, sino para asombrar por las imágenes posibles que trae su contemplación.