La falta de oferta académica obliga al docente a buscar su Ph.D afuera

Ana Poveda da clases a estudiantes de la Facultad de Ciencias Químicas y Bioquímica Clínica de la U. Central. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO

Ana Poveda da clases a estudiantes de la Facultad de Ciencias Químicas y Bioquímica Clínica de la U. Central. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO

Fabián Sáenz. Labora en el Centro de Investigaciones de Enfermedades Infecciosas de la PUCE. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO

Para un docente titular principal de universidad tener un Ph.D (doctorado) se volvió una carrera contra el tiempo. No solo que en el 2017 se cumple el plazo para obtenerlo sino que, además, desde ahí será obligatorio si quiere seguir con la cátedra. Y si la institución se cataloga como de investigación este requisito es aún mayor.

El Ecuador lleva cuatro años en el proceso de fortalecer el estándar académico del profesor y tiene hasta el 2017 para cumplirlo, según la Ley.

De 35 319 docentes del país que registra la Senescyt, 5 154 (14,5%) son titulares y laboran a tiempo completo.

Para los maestros obtener un doctorado no es sencillo, sobre todo cuando la edad promedio nacional es de 54 años. Generalmente se inscriben estudiantes hasta los 45 años en estos programas de estudio.

Otra traba: la oferta académica en el país es mínima (Andina, Flacso, Espol y USFQ), por lo que la primera opción es aplicar a cualquiera de las 1 583 instituciones de educación superior extranjera, cuyos títulos son aceptados por la Senescyt.

La Universidad San Francisco lleva 25 años cazando Ph.D, desde su fundación. Comenzó con 12 y ahora tiene 150.

Carlos Montúfar, su rector, recuerda que al principio, no había un plan: “Cada vez que asomaba un Ph.D lo contratábamos”. Ahora tienen grupos consolidados de doctores en distintas áreas, con los que es posible desarrollar proyectos de investigación sólidos.

Entre los profesores contratados están extranjeros, ex-Prometeos (docentes invitados por el Gobierno) y exalumnos, que oscilan entre 30 y 40 años.

Luego de estudiar Ingeniería Química y ser asistente de cátedra, David Egas se fue a la Universidad de Arizona (EE.UU.) a seguir su maestría y doctorado en Química Analítica.

A sus 32 años, ahora, da clases de química general 1 y 2 y el resto del tiempo trabaja en la cuantificación de los principios activos de los medicamentos. Esto es clave para demostrar la equivalencia entre un fármaco y otro y si pasa el control de calidad.

Su esposa, Andrea, un año menor, siguió su mismo camino, está terminando el Ph.D a distancia con la misma universidad y también es docente. En este centro se evalúa qué investigación están realizando, cuánto tiempo requieren y según eso se fija la carga horaria de cátedras. Aunque hay áreas como artes plásticas, donde no resulta fácil encontrar Ph.D y aún más que investiguen.

Ana Poveda da clases a estudiantes de la Facultad de Ciencias Químicas y Bioquímica Clínica de la U. Central. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO

René Ramírez, titular del Consejo de Educación Superior (CES), se muestra optimista con este proceso de mejora y está convencido de que es completamente viable: “Han entrado 3 857 nuevos docentes con título de cuarto nivel; se ha duplicado la cantidad de Ph.D y de aquí a dos años y medio se cuadriplicará”. Esto lo sustenta con el número de becarios Senescyt (9 700) y los que están enviando las universidades.

Otro ejemplo: la Universidad de Guayaquil, que actualmente está intervenida y es la más grande del país, reemplazó a 400 jubilados con profesores que tienen maestría y no se contrata a nadie sin este título. Había tres Ph.D, ahora hay 23 y este año tendrán 36 Prometeos con doctorados.

La Universidad Central también apostó por las contrataciones vía concurso público, pero su vicerrector académico, Nelson Rodríguez, aclara que hay limitaciones: una de ellas es encontrar docentes con maestrías afines a la materia que se necesita que dicten.

Para ampliar el número de PhD, añade, se necesita, entre tres y cinco años de estudio, por lo que se requiere de tiempo. Para el 2019 prevé formar 400 en nivel de doctorado y para esto se han firmado convenios con universidades de Brasil, México, EE.UU., Chile.

Mientras esto se cumple, la opción para cubrir las plazas son los extranjeros o los intercambios de docentes.

Ana Póveda, española de 37 años, estaba buscando una universidad que le permita continuar con su investigación sobre reaplicación del ADN, que empezó en su doctorado, en Valencia, y siguió en su posdoctorado, en Francia.

Esta oportunidad la encontró en la Central, donde le permiten dedicar 20% de su tiempo a la docencia y 80% a la investigación. Además, logró levantar un laboratorio de biología molecular desde cero totalmente equipado, que no le “envidia en nada a los europeos”.

Carlos Acurio, director académico de la Universidad Católica, plantea una interrogante: ¿si hasta el 2017 un profesor principal no logra ser Ph.D se lo tendrá que bajar de categoría?

David Egas da clases de Química en la Universidad San Francisco en donde también trabaja su esposa. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO

Según las consultas jurídicas que ha realizado se llegó a la conclusión de que esto sería ilegal e inconstitucional. "Esto es una degradación y va contra su dignidad”.

También cree necesario que este organismo dé parámetros claros de los Ph.D que serán aceptados, pues actualmente tienen 72 profesores cursando doctorados y ¿qué pasará si dentro de cinco años dicen que no serán reconocidos..? Estás interrogantes están siendo analizadas por los miembros del CES.

Este centro tiene 1 548 docentes y de estos 240 son principales; 49 tienen Ph.D y 100 especialidad médica, por lo que la búsqueda de talentos sigue.

Fabián Sáenz llegó a trabajar en esta universidad luego de hacer un posdoctorado en la universidad de South Florida y un doctorado en la de Notredam (EE.UU.). Ambos programas estuvieron enfocados en enfermedades infecciosas.

Ahora investiga qué parásitos hay en Ecuador y qué tan resistentes son a los medicamentos. Esto aportará a la eliminación de la malaria-paludismo.

Yachay, también de investigación, tiene 40 profesores y todos con Ph.D, gran parte son extranjeros. Ramírez insiste que para cumplir había que planificar desde el 2010, que entró en vigencia la ley, en función de la composición demográfica y la formación académica del profesorado.

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