Una de las atracciones del aeropuerto internacional de Guayaquil es un estanque en el que habitan decenas de peces koi. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO
Para muchos, la acuarofilia es más que un simple ‘hobby’: la consideran una verdadera terapia espiritual. Y dentro de ese contexto, hay una especie que trascendió las fronteras humanas y cuya influencia es cada vez más notoria en Occidente. Se trata del pez koi.
En la actualidad, es posible verlos en estanques que dan la bienvenida a un hogar, en acuarios especiales adaptados para su tamaño, en empresas cuyo entorno se armonizó para atraer las buenas vibras e incluso tatuados en la piel.
De hecho, este diseño es uno de los más populares entre quienes se aventuran a marcar su ‘lienzo natural’ con un símbolo clásico de la cultura asiática. Pero, ¿por qué el koi tiene tanta relevancia entre los amantes de los peces?
Miguel Jácome, gerente general del acuario Valhalla Fish, cuenta que con los koi se dieron los primeros pasos de la acuarofilia como tal. En ese sentido, el experto asegura que esta es una de las primeras especies conocidas de vida acuática que se mantiene como mascotas. “La evidencia documentada de los estanques de koi se remonta a miles de años”.
Entre las razones de su crianza, se destacan los mitos que se tejen en torno a este animal.
Según Jácome, en el Sintoísmo, una de las principales religiones de Japón, se venera a los Kami o espíritus de la naturaleza. “De ahí surge la filosofía de la relajación, del cambio de estaciones y la transformación con el agua en general”.
Por esta razón, indicó Jácome, en tierras niponas y chinas el koi es considerado sagrado debido a su perseverancia para enfrentar los problemas que se presentan en su hábitat.
Es esa misma resistencia la que inspiró el origen de una de las leyendas más conocidas de nuestro tiempo: la del dragón. La tradición oral refiere que los koi que conseguían nadar corriente arriba en el río Amarillo, hasta el punto denominado Dragon Gate, como recompensa por su esfuerzo al llegar se transformaban en las míticas criaturas que escupen fuego.
Por esta razón, se cree que estos peces atraen la fortuna, tanto en los negocios como en la vida conyugal y académica. También están asociados a la fortaleza ante las adversidades y la persistencia, contó Jácome.
Romel Yépez, experto en acuaponía (sistema de producción de plantas y peces), cuenta que otro de los atractivos del koi es su longevidad. “Pueden llegar a vivir entre 40 y 60 años y medir más de 60 centímetros”, aseguró.
Incluso se han reportado casos en el mundo de personas que afirman que sus peces pasaron la barrera de los 100 años.
En el país hay criaderos de esta especie en Pifo, Tandayapa, Santo Domingo de los Tsáchilas y también en Machala.
Yépez está convencido que los koi son mascotas ideales para niños. Su sustento es que cuando las personas observan a los peces, sea en estanques o acuarios, realizan un proceso de abstracción que produce una sensación relajante. “Al ver a los koi nos olvidamos de los problemas de la vida diaria”.
Con esa apreciación coincidió Marcelo Rivadeneira, quien administra desde hace 30 años el acuario Pissis.
A su criterio, los peces actúan como una terapia alternativa. Afirma que por esa razón, en los consultorios médicos y odontológicos es cada vez más común ver acuarios.
“Los pacientes distraen su tensión e ingresan a la consulta más relajados”. Añadió que en China y Japón, cuando una pareja se casa, uno de los regalos que no puede faltar es un acuario. “Ellos creen que los peces son un fuerte imán de la fortuna”.
El precio de cada koi puede oscilar entre los USD 10 hasta 10 000. Aunque Rivadeneira afirma que en el país no hay ejemplares de tanta calidad y pureza como para pagar valores exorbitantes. “Los koi más caros generalmente son adquiridos por coleccionistas”.
Los estanques para esta especie, que generalmente son construidos a medida, pueden costar entre USD 2 000 y 7 000. Todo depende de los materiales, el diseño y la cantidad de agua que pueda almacenar.
Al igual que estos ‘amuletos coloridos y vivientes’, a lo largo de la historia se han popularizado otros elementos que se piensa colaboran con el éxito personal. Por ejemplo, se cree que conservar uno de los casi extintos billetes de dos dólares americanos en la billetera, es un buen augurio para las finanzas y el éxito económico.
En el mundo andino, el Equeco, considerado un imán de la abundancia, fecundidad y alegría, es un muñeco que carga gran cantidad de bultos de alimentos y otros bienes, al que se le ofrecen cigarrillos a cambio de favores personales.
Sea por amor a los peces o por el deseo de prosperidad, los koi son capaces de entregar una dosis de paz interior muy necesaria en estos tiempos.
Cuidarlos y darles el espacio para que se desenvuelvan, será fundamental para que alcancen su desarrollo máximo. A fin de cuentas, ver a otra especie crecer y envejecer junto a sus dueños es uno de los sentimientos más nobles y que, por ahora, no tiene precio.
Otros amuletos
– Herradura. Se cree que este elemento proporciona seguridad, confianza y buena suerte a quien lo posea.
Suele colgarse en puertas.
– Trébol de 4 hojas. Según la tradición, esta planta da éxito a quien la encuentre, más aún si fue accidentalmente.
– Pata de conejo. Es uno de los más populares amuletos empleados desde hace siglos en la cultura occidental. Se dice que atrae fortuna.
– Gato asiático. Su nombre es Maneki Neko y se le atribuyen dotes de talismán para los negocios. Atrae la fortuna con el movimiento de su pata.
– Ojo de Horus. El amuleto de este dios egipcio es considerado un gran protector. Se dice que resguarda a la gente de malas energías.