La fachada del Palacio de Carondelet siempre ha impresionado al visitante. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.
La fachada neoclásica del Palacio de Carondelet siempre ha impresionado al visitante. De hecho, Simón Bolívar al verla, no dudó en llamarlo el Palacio de Carondelet, tal como se lo llama hasta ahora. Pero el edificio ha sido objeto de constantes modificaciones al punto que ahora no se parece en nada a lo que fue originalmente.
El español Antonio García fue contratado, en 1801, por Francisco Luis Héctor, Barón de Carondelet, para que realice la restauración del Palacio de la Audiencia y de la Catedral, en la Plaza Mayor de Quito. Era la casa de los gobernadores, pero desde 1875 comenzaba de dejar de serlo. Los mandatarios preferían vivir en sus propias casas.
En 1830, el primer presidente, Juan José Flores lo decretó sede del Gobierno Nacional, pero ordenó su restauración en 1841 porque se encontraba bastante destruido luego del proceso independentista. Allí nació su hijo, Antonio Flores Jijón, quien también llegó a ser vicepresidente.
Con Eloy Alfaro, se modernizó el Palacio. Al interior de su despacho, había una estación telegráfica que le permitía estar al tanto de todo lo que ocurría en el país. Desde allí seguía las revueltas conservadoras que se daban en todo el país, a comienzos del siglo XX.
En el siglo XIX, allí también funcionaba el Congreso, pero fue demolido por el gobierno de Camilo Ponce Enríquez en 1956. Se conservó la fachada y las columnas dejaron de ser de ladrillo para ser de piedra. Pero esta modernización del edificio no tomó en cuenta la arquitectura original. El interior de Carondelet no se parecerá en nada a cómo era originalmente.