1,5 millones de turistas es la proyección anual en un plazo de cinco años. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.
El quiteño no ha dejado de lado la rebeldía y el coraje que primaron en la Revolución de las Alcabalas o en el levantamiento para el Primer Grito de la Independencia.
Pero las gestas y los ideales revolucionarios son parte de una historia que no ha parado de escribirse y que tiene un nuevo entorno y nuevos valores en marcha. El respeto, la solidaridad, la inclusión y el cuidado del ambiente son parte del nuevo conjunto de bienes de la ‘quiteñidad’.
Aunque, hablar de ese concepto no remite exclusivamente a las personas nacidas en la capital, ya que no más del 65% de los 2 242 615 de personas que habitan en la urbe nació en ella. Este conjunto de identidades hacen que en Quito sea menos notorio el regionalismo y, en palabras del historiador Juan Paz y Miño, sea un espacio donde confluyen tradiciones y donde la inclusión es un valor en marcha.
En ese Quito diverso, no solo se incorporan las personas provenientes de otras provincias, que copan calles del Centro, como la Imbabura, Loja, Chimborazo y parroquias como Calderón, también están los miembros de la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales (Lgbti),
Según un estudio de caso realizado por el INEC, con apoyo de otras instituciones y organizaciones derechos humanos (levantado en Quito, Guayaquil, Portoviejo, Machala, Babahoyo, Ibarra, Santa Elena, Salinas, Libertad y Manta),
2 805 personas entrevistadas se autoidentificaron como parte del grupo Lgbti.
En este tema, el valor del que se habla repetidamente es la tolerancia. Para Pamela Troya, activista, debe ser el respeto y en la población de Quito aún no está arraigado. “Te tolero, pero estoy consciente de que soy mejor ”.
La Mariscal es una de los pocos sitios donde hay establecimientos para Lgbti. Entre la zona rosa, González Suárez y Eloy Alfaro hay 14 sitios para público Lgbti. No obstante, en el 2007, el Municipio aprobó la Ordenanza 240 de Inclusión de diversidad sexual y en mayo de este año, se hizo una reforma. Troya insiste en que aún es un tema pendiente para los capitalinos, una realidad que se debe visibilizar. Hay trans que se ven volcados a laborar, únicamente, en peluquerías o ejercer el trabajo sexual.
Y si el respeto a los Lgtbi es un valor que aún está en proceso, uno que está arraigado es la solidaridad. Un ejemplo es el Albergue San Juan de Dios (1986), donde el 80% de los ingresos de esta entidad corresponde a donaciones (al mes requiere USD 20 000). Hay quienes, incluso, aportan USD 5 mensuales, cuenta Luis Almache, administrador. En este grupo están 500 ciudadanos.
En el San Juan de Dios, 110 personas se encuentran internas y de esas al menos 90 tienen algún tipo de discapacidad. Luis V. es uno de ellos. Llegó hace más de 10 años. Este imbabureño sufre esquizofrenia.
El hombre, nacido en 1954, tiene cinco hijos y hace poco, relata Piedad Yunda, una de las 30 personas que trabajan en el sitio, restableció el contacto con su familia.
“El albergue ya no existiría si no fuera por la ciudadanía”, repite Almache. Tanto así que, en el 2012, los aportes de la comunidad, evitaron el cierre del establecimiento. Allí, desde el 2006, anualmente, se ha logrado reinsertar en sus hogares a un promedio a 160 personas.
Pero la solidaridad y la atención a las personas con discapacidad no solo deben estar puertas adentro de un albergue o fundación. Las normativas para la construcción contemplan el ‘acceso universal’. Handel Guayasamín, presidente del Colegio de Arquitectos, señala que en el año y un mes que esta institución está a cargo de certificar los planos de las construcciones en la ciudad ha recibido unos 6 000 trámites.
Inicialmente, el 80% de esos recibieron observaciones por temas como, por ejemplo, la falta de rampas. Este porcentaje ha ido disminuyendo. En el cantón Quito, según datos del portal del Consejo Nacional de Discapacidades (Conadis), hay 50 778 con algún tipo de limitación: auditiva, física, etc.
El respeto y la solidaridad se hace evidente en otro frente: el cuidado del ambiente. La ciudad produce unas 1600 toneladas de basura al día. Pero, de acuerdo con datos de Emaseo, al mes se recoge solo 1,4 toneladas de material reciclado.
Andrea Ruiz y Pablo Tello son dos ciudadanos comprometidos con el ambiente y que forman parte de iniciativas como Chulla Bici y Cachivachero. En ambos casos, elaboran productos con materiales reciclados y, cuentan, con procesos amigables con el ambiente. En la primera iniciativa, por ejemplo, hacen accesorios y promueven el uso del vehículo alternativo. Ellos son parte de la iniciativa para cuidar el ambiente, en una ciudad donde hay más de 480 000 vehículos y donde la ocupación de cada uno es de 1,7 personas.
Con todos estos elementos y otros, Quito es una ciudad que, resume Guayasamín, mira más allá del patrimonio, que tiene un contacto con el mundo. Los nuevos valores en una ciudad inmersa en procesos de globalización y de urbanización, perdida de identidades locales, con conductas internacionales. En esa línea, el asumir que tenemos que convivir con otros es importante. Como con los 502 340 visitantes extranjeros que llegaron a la ciudad de enero a marzo.