Enrique Ayala Mora Rector de la Universidad Andina SImón BolÍvar. Foto: Jenny Navarro/ EL COMERCIO.
Entrevista a Enrique Ayala Mora, uno de los referentes del socialismo revolucionario ecuatoriano. Historiador y exdiputado. Actualmente es rector de la Universidad Andina.
¿Cuál es el escenario luego de la sentencia de la Corte Constitucional sobre las enmiendas?
Nadie dudaba del resultado de la Corte. Ese grupo de entusiastas correístas iba a cumplir la órdenes del caudillo y lo hizo. Creo que la Asamblea resolverá lo que ya está resuelto. Por eso, no creo que el escenario de la lucha social y política esté en las instancias estructuradas del Estado…
¿En dónde se desarrollará esa lucha social?
En la prensa y en las calles. En la defensa del pensamiento y de la libre expresión que está planteado desde hace algún tiempo y que va a continuar contra el monopolio que el Gobierno intenta ejercer sobre los medios de comunicación. También hay una lucha social: trabajadores e indígenas para proteger sus salarios, el medioambiente, su derecho a la organización.
¿El tema de la reelección es urgente?
No hay una real contradicción entre quienes están a favor de la reelección indefinida -que sí es un retroceso- o en contra, sino en que todo esto descansa en un autoritarismo levantado a partir de la vigencia de la Constitución de Montecristi. Tiene los avances más importantes en garantías, pero consagra una estructura autoritaria.
¿Constitución que cualquier gobierno de cualquier signo político querría tener?
El peligro es que se institucionalice este estilo de Rafael Correa y vamos a tener presidentes como él en los próximos años. No se trata de oponerse a Correa sino poner en orden en un sistema viciado que desgraciadamente puede perpetuarse.
¿Cuál sería la alternativa en esta institucionalidad?
El problema de esa institucionalidad está basado en una contradicción. Tiene muchos derechos en las declaraciones, pero muchos mecanismos para violarlos. Esa contradicción debe ser suprimida pero no con una reforma puntual de la Constitución porque cada vez que la reformamos hacemos peor.
Tenemos que reconceptualizar la Constitución globalmente y eso solo puede hacer en una Asamblea Constituyente. Con ello, Ecuador estaría en condiciones de subsistir como democracia a futuro. De lo contrario tendremos una sucesión de presidentes autoritarios que terminará en un estallido social.
¿Otra Constitución? ¿No hemos tenido demasiadas?
No hay otro camino. Ecuador ha tenido posibilidades de llegar a consensos en grandes temas nacionales, como la paz con Perú, con un gobierno nefasto como el de Jamil Mahuad. En el país tenemos que llegar al consenso de hacer una Constitución que no sirva a un individuo o a un solo proyecto, sino para que el país funcione.
Hay dos consultas para evitar la reelección, los indígenas no apoyan a ninguna. No parece que el interés nacional sea prioritario…
Hace 70 años, el pueblo masivamente derrocó al gobierno de Arroyo del Río. Estuvieron conservadores, socialistas, comunistas, liberales, dirigentes obreros, jefes de congregaciones religiosas. Se redactó la Constitución de 1945, que respondió a esa movilización.
Por eso, no hay que observar qué pasa en la cúpula del poder sino en las calles. Por eso hay la obsesión del Gobierno de dividir al FUT, impedir la movilización de la próxima semana. Esa movilización es la única oposición popular posible y ese es el signo de estos tiempos. No está en los partidos políticos y peor aún en el clientelismo electoral de Alianza País.
Con esas referencias históricas, ¿en qué momento el país perdió el rumbo para llegar a esos consensos?
Creo que a fines del siglo XX y principios del XXI. El golpe más duro fue el feriado bancario, la dolarización y la desestabilización del sistema político. Por eso hubo tantas esperanzas con la candidatura de Rafael Correa. Pero hay momentos en que los países llegan a la necesidad de establecer consensos, no alrededor de candidaturas, sino de propuestas.
Por eso la gran tarea nacional es llegar a una Constitución que permita la democracia, la alternabilidad, la real participación y respete la sociedad. Lo más grave es que con esta Constitución ha agredido a la sociedad, se ha querido estatizar la representación social y eso no es socialismo sino stalinismo o fascismo puro y duro.
Y frente a ello están, según usted, las organizaciones sociales e indígenas. Pero, ¿cuánto queda de la mala experiencia de Yasunidos?
Yo creo que tuvimos la buena experiencia de Yasunidos. Fue un movimiento de conciencia nacional sobre un problema de fondo que sacudió al Gobierno y la opinión pública. Ese movimiento tiene que madurar hasta darse cuenta que no puede centrar la política alrededor de una acción, por importante que sea.
Todos esos movimientos tienen que contar con toda una historia de rebeldía de este pueblo pero también juntarse con otros sectores democráticos.
La crisis se puede discutir o no, pero siempre se siente. Y cuando hay crisis el Gobierno tiene que responder. Si va a mentir al país o a sí mismo como con la Pro forma o, peor aún, trasladar los costos a la mayoría la oposición en la sociedad solo va a agudizarse.