La inteligencia artificial de Maduro
Nadie podrá negar de buena fe que el Maduro conductor de autobús, no haya hecho todo lo posible para convencer a los venezolanos que aún no han conseguido saltar del carro, que él es el legítimo sucesor de Chávez. Primero lo intentó hablando de que se le apareció en forma de ave, como aquella que engendró a El Salvador, y después ha iluminado para mandar de modo infalible a casi trescientos papás. Ahora, más Maduro, modernizándose un poco con unas milagrosas matemáticas, se consideró elegido al tener un 51,2% de los votos, cuando todavía quedaba un 20% por contar. Esperemos, si hay una tercera vez, que con una inteligencia artificial consiga un resultado aún más satisfactorio para todos.
Emilio Pérez Ledesma
Nada contra los homosexuales, pero sí contra un movimiento que quiere pervertir a quienes aún no tienen discernimiento.
A pesar de ser ‘LGTBI’, y deberles los mismos derechos en el mundo entero, lo que pasó en París, lejos de reivindicar, según el movimiento “Woke”, una mayor visibilización para ellos, lo que ha causado es el repudio mundial. El mundo necesita coexistir pacíficamente entre todos, sin distingo de raza, sexo, condición económica o social, nacionalidad, etc. No queremos que las minorías pretendan imponer ni una ‘agenda’, ni que se violenten derechos fundamentales al pretender erigir a este modo de vida, que atenta contra la familia, como el modelo, o ‘la moda’ a seguir, aprovechándose de que los niños y adolescentes no tienen aún desarrollada su corteza prefrontal y no están en plena capacidad de decidir con madurez. Ojalá las Naciones Unidas, que décadas atrás impulsó el tema de ‘género’, con la aquiescencia de unos 200 personajes que decidieron acoger una moción que quiso trastocar la moral de miles de millones en el mundo, corrija, desde esa misma ‘agenda’, desde la que se ha querido verter leyes totalitarias -como las del aborto generalizado, para que podamos coexistir en paz. Nada tenemos contra los homosexuales, personas ‘trans’, etc., pero no es justo que ellos, prevalidos de los organizadores en París, hayan pretendido -bajo el argumento de la inclusión- ofender un Signo tan consolidado por miles de años como es el de Jesús en la Última Cena, con una burda y grotesca expresión de quienes tienen el derecho de hacer lo que les venga en gana, una vez que son adultos, con su cuerpo y su sexualidad, en privado, pero sí contra ese ‘movimiento’ al que hay que combatir con toda frontalidad por burdos, por pretender rebajarnos a un estado como el vivido en Sodoma y Gomorra o con Nerón, y pretender imponer, solapada o desbocadamente, ‘su’ moral, su ‘eticidad’, su forma de vida. Ya basta. Los cambios culturales que ocurren deben ser aceptados, pero jamás podemos esperar que pretendan imponerse como ‘verdades’ absolutas a una sociedad. Las minorías deben empezar a respetar a un mundo que ha sabido acoger la inclusión como política pública. ¿Qué opina las Naciones Unidas y sus organismos operadores como UNICEF, OMS, etc.? ¿Qué más sectario que ofender, por ejemplo, a “roro bueno” una chica española que ama cocinar, por decir que ha preparado -además- para su novio? La ‘agenda de promoción y normalización’ está clara: aborto generalizado, aporofobia -odio a los pobres ‘descartables’, más eutanasia y menos familia, como la que lamentablemente se propuso instalar en el imaginario mundial desde París.
Diego Fabián Valdivieso Anda