Ya en el 2012, Quito padeció los peores incendios forestales en su historia. Eso significa que lo sucedido el miércoles de esta semana no es nada nuevo y con ese antecedente, las autoridades debían contar con un plan de respuesta inmediata. Los hechos demuestran que no lo hubo, especialmente con el humo y la ceniza.
En ese año, la ciudad perdió 10 000 hectáreas de bosques y matorrales, que se calcinaron entre septiembre y octubre, según un reporte de la Secretaría de Seguridad del Municipio de Quito.
El Municipio financió el nuevo equipamiento del Cuerpo de Bomberos para su campaña Juntos contra el fuego, pero su respuesta a los hechos del miércoles no fue la esperada.
La serie de incendios forestales de Quito de ese periodo de 2012 desbordó la capacidad de los bomberos y obligó a las autoridades a solicitar ayuda a países amigos, para apagar el fuego incontrolable. Ese año estuvo caracterizado por una fuerte sequía, que fue uno de los factores que incidió en la emergencia.
Doce años después, la ciudad se cubrió de humo y, por primera vez, soportó la caída de ceniza de la vegetación quemada, que causó temor e inquietud de los habitantes.
Temor, porque cuando la ciudad se empezó a oscurecer, a partir de las 13:00 del miércoles 4 de septiembre, ninguna autoridad se pronunciaba al respecto.
La gente no sabía qué hacer ni sabía si el humo representaba un peligro para su salud. Después de dos horas hubo reacción del Cuerpo de Bomberos de Quito, cuando envió las recomendaciones, a través de las redes sociales. Hay que tomar en cuenta que no todos están conectados a una red social.
La desesperación y la presión de la población provocaron esa reacción inmediata. Sin embargo, no fue una acción planificada ni parte de un plan de respuesta de largo plazo ante este tipo de graves situaciones. No hubo acompañamiento del Municipio de Quito en ese momento.
Ante la falta de articulación de un plan de respuesta, mucha gente inhaló el humo y tuvo reacciones, como tos, dolor de cabeza, mareo y problemas respiratorios.
La población esperaba que el Municipio comunicara con inmediatez lo que estaba pasando. Esperaba que diera las recomendaciones sobre qué hacer en el lugar de trabajo, qué hacer en las escuelas y colegios, en clases, y cómo actuar en la casa.
Pero, tales recomendaciones no llegaron a tiempo. Cada uno actuó como le era más conveniente, porque no ha habido una campaña ni un plan que aplicar.
Los sucesos del miércoles son una lección para el Municipio de Quito, sobre todo, y la población, para aprender a actuar frente a estos hechos, que se vuelven parte de la vida en cada época de verano. Es imprescindible que el Municipio se apropie y se empodere de los flagelos, así esté de por medio una campaña electoral.