Santiago Basabe, profesor de Estudios Políticos de la Flacso. Foto: Eduardo Terán /El Comercio
Entrevista a Santiago Basabe
Profesor de Estudios Políticos de la Flacso
¿Se imaginó que la movilización obrera del miércoles 17 de septiembre fuera tan numerosa?
Era previsible. Me da la impresión de que se trató de un escenario en el que confluyeron distintos sectores sociales, distintas demandas políticas. Ese fue el espacio idóneo para esa movilización. No estoy seguro de que tenga futuro. No tienen una cohesión de cara a un futuro inmediato.
De los indignados, por ejemplo, siempre se dijo que no tenían organicidad. ¿No habría una diferencia en este caso porque estuvieron involucradas organizaciones políticas?
Pero todas con demandas distintas y eso marca la diferencia. Los trabajadores iban por el tema laboral, otros por el constitucional, por las telecomunicaciones, pero no existe un paraguas que cubra a todos y permita darles una identidad.
¿El Gobierno abrió demasiados frentes?
Sí. Algunos eran inevitables; otros se dieron por la ausencia de tolerancia y poca capacidad de negociación. El Gobierno asume el escenario del 2014 como si fuera el del 2008, cuando por su capacidad y los recursos de los que disponía fueron suficientes para resolver conflictos sociales y políticos. Los problemas distributivos no existían porque el Estado tenía más plata. Pero las cosas han cambiado y el Gobierno está en la necesidad de abrir canales con las sociedad civil.
¿Y eso es tan difícil?
Al Presidente le cuesta pensar que el escenario no es el mismo a pesar de que su popularidad sigue siendo alta y el precio del petróleo aún es favorable. Políticamente ya hay un desgaste, no como el de los gobiernos anteriores, pero sí hace falta un cambio de guión. El Gobierno todavía se resiste a eso.
¿Por ejemplo?
Tener un ministro de la política que tenga capacidad de diálogo con los distintos sectores sociales. Antes no era tan necesario, pensando desde la lógica gubernamental, porque tenían recursos, mayor legitimidad y no había tanto descontento. Pero ahora podría ser clave si es que tiene el interés de generar un cambio desde la política nacional.
Tampoco se ve un cambio discursivo…
No. Y ese es otro de los puntos que debería tener presente. El discurso que interpelaba al país en el 2007 empieza a perder sentido y capacidad de convocatoria. El discurso de la larga noche neoliberal, por ejemplo, es un artefacto político que le ha dado muchos réditos. Pero es algo que se terminó en el 2007 y el Gobierno está encerrado en esa lógica.
¿Qué faltaría en los movimientos para la cohesión?
Tengo una hipótesis: movimientos con capacidad de demanda, con identidad propia, salvo la primera época del movimiento indígena, no existen. Lo que hay son pequeñas agrupaciones de intereses particulares con cierto nivel de presión. El país desde el retorno a la democracia nunca tuvo ciudadanos en el sentido estricto, es decir con la capacidad de unirse por un fin específico, no necesariamente político.
Pero esta es la Revolución Ciudadana…
Claro. Eso explica lo del miércoles. La Revolución Ciudadana movilizó gente desde Carondelet y las provincias. En términos genuinos, la organización de la revolución ciudadana viene desde abajo. Lo que acá tenemos es una organización ciudadana desde el poder. Y eso no fue lo que se propuso al país. Se puede organizar desde arriba porque tiene el poder, los recursos económicos y simbólicos. La organización no es ciudadana, sino estatal, desde el poder y no responde a sus propias demandas sino a las que provienen de la agenda de los gobernantes.
¿Qué resultados políticos puede dar eso?
Tensionar ciudadanos contra ciudadanos, como el miércoles. Asumir que los que están del otro no tienen ninguna razón y por lo tanto hay que enfrentarlos. Es la razón del poder, del Estado, del gobernante.
¿Qué haría falta para esa articulación ciudadana?
Eso es algo estructural; son cambios de mediano y largo alcance. En el momento actual lo que falta es un tema político que pueda articular a todos. Podría ser la reelección o Yasuní.
Hasta hace poco, las protestas eran aisladas. ¿No cambia en algo lo del miércoles?
Una lectura política sin apasionamientos diría que se están presentando muchos conflictos y demandas que no solo son distributivas como al inicio del Gobierno. Ahora hay otras como las reformas constitucionales, los derechos de los trabajadores, etc. No son mayoritarios aún porque el gran elector no está articulado.
Y Alianza País es una organización que se construyó estando en el poder…
Genera recursos económicos, con eso resuelve problemas redistributivos. Satisface grupos de presión, sectores empresariales y demandas ciudadanas. Por otro lado, con el discurso trata de generar una orientación político-ideológica. Pero al final, el común de los ciudadanos y los grupos de interés se encuentran en una situación medianamente estable. La democracia se sigue debilitando pero eso no es tangible porque al final están mejorando.
¿A pesar de la intolerancia a la que se refirió?
Con las diferencias del caso, ¿cuál es la diferencia entre el discurso de Abdalá Bucaram, León Febres Cordero con el de Correa? Ninguna. Son presidentes ‘con pantalones’, ‘fajados’. La diferencia está en que Febres Cordero gobernó con un barril de petróleo de USD 18 y se rompió el oleoducto. Bucaram tampoco tuvo recursos económicos y tuvo tensiones con otros grupos de poder. Hoy hay un Presidente fuerte y que además tiene dinero, y lo distribuye. Este Gobierno tiene poco respeto a las libertades democráticas, pero tiene capacidad de distribución. Un país como el nuestro, que nunca tuvo una educación en democracia, prefiere observar y dar prioridad a la redistribución.
Hoja de vida
Profesor Titular del departamento de Estudios Políticos de la Flacso. Tiene estudios post-doctorales en el Instituto Alemán de Estudios Globales y de Área.
Su punto de vista
La organización ciudadana desde el poder no responde a sus demandas.