El director Neil Blomkamp regresa con una nueva crítica sobre las bondades y riesgos de la tecnología. Foto: Outnow.ch.
En el 2009, un novato pero innovador Neill Blomkamp irrumpió en el cine con un proyecto arriesgado en género, temática y narrativa visual (‘Distrito 9’) y fue recompensado con cuatro nominaciones al Oscar. Seis años después, el director sudafricano regresa por tercera vez –luego de ‘Elysium’- a un polvoriento, desolado y distópico futuro con una nueva inquietud. ¿Cómo es la vida después de la vida?, se pregunta en ‘Chappie’.
Para eso, se traslada a las violentas calles de Johannesburgo en el 2016, donde la ley y el orden son impuestos por un ejército de insensibles policías robóticos llamados ‘scouts’ que operan bajo un sistema informático de seguridad programado por el genio Deon Wilson (Dev Patel). Con una letal precisión, los robots policías se convierten en el símbolo de una política represiva antes que preventiva.
Bajo el signo de la ciencia ficción, Blomkamp es un director que mantiene el claro objetivo de atraer con una historia efectivamente entretenida pero que al mismo tiempo sea capaz de incomodar y provocar inquietudes que rondan las contradicciones y miserias de la modernidad.
Video: YouTube, canal: Sony Pictures Entertainment
En ‘Chappie’, el director aplica otra vez la fórmula de la metáfora, esta vez, para exponer su punto de vista sobre temas como la cibernética, la ética o la existencia, en un filme con pocas novedades y muchos elementos clonados de sus anteriores trabajos.
La trama se complica cuando Wilson logra crear un robot con inteligencia artificial que puede pensar y sentir por sí mismo. Una idea que amenaza los proyectos de su compañero y rival Vincent Moore (Hugh Jackman) y que en principio fue descartada por la directora de la compañía (Sigourney Weaver), por sus escasos beneficios económicos. Pero el primer ‘scout’ con voluntad y conciencia propias es secuestrado con fines maliciosos.
Personajes que se debaten en la superficialidad aunque sus intérpretes despiertan la curiosidad. Sin embargo, con un deslucido Jackman y una opacada actuación de Waever, la evolución de un infantil androide que se encamina a descubrir su humanidad en un conflictivo entorno resulta lo más atractivo, en una historia que ha perdido su capacidad de sorpresa, que recae en la reiteración de su primera fórmula, pero que aún revela las habilidad técnicas y narrativas del director sudafricano.