Ecuador retorna a las urnas. Más allá de las razones que pusieron a la ciudadanía en la posición de elegir ante el llamado del Ejecutivo, el proceso electoral en nuestro país debe llamar a la reflexión del ejercicio democrático del voto.
Ecuador está en el puñado de 19 países en el mundo en el que el voto es obligatorio. Con el retorno a la democracia en 1979, tras nueve años de dictaduras civil y militar, se estableció esta condición de obligatoriedad como un mecanismo para aumentar la participación electoral y alejar el fantasma del fraude.
Si votar es obligatorio ahora, es imperativo tomar conciencia y acción democrática meditando el voto, y ejercer este derecho-obligación con civismo.
En una reciente entrevista en EL COMERCIO, en La Pizarra EC, Esteban Ron, analista y catedrático, explicaba que en las democracias inestables la única forma para dar legitimidad a lo que se decida en las urnas es con un sufragio obligatorio.
Con nuestras particularidades como ecuatorianos, como sociedad, tenemos una clara tendencia a las mayorías contundentes. ¿Será que alguna vez podremos aceptar un voto no obligatorio y sus consecuencias?
Sin llegar a contestar esta pregunta con inmediatez, se deben plantear las alternativas y los cambios necesarios para que Ecuador se mueva a una representatividad democrática sin depender de que la mayoría sea absoluta, sino de conciencia, que implique que los que no se interesen en la política confíen en los que buscan la participación y se expresan en las urnas. Eso mostraría un nuevo Ecuador, porque de alguna manera no votar también podría ser considerado una forma de expresión democrática.
Largo parece el camino. Lo que queda ahora es cumplir con el deber que tenemos los ciudadanos de ir a las urnas, esta vez para contestar unas preguntas que ha planteado el Ejecutivo. Si votar es obligatorio ahora, es imperativo tomar conciencia y acción democrática meditando el voto, y ejercer este derecho-obligación con civismo.
Sería sumamente satisfactorio que los ciudadanos vayan a las urnas por convicción, más que por conseguir un certificado que permita realizar la mayoría de trámites que la cotidianidad exige o, en el peor de los casos, no ir y aceptar una multa.
Analizar las propuestas, meditar nuestra respuesta para el bien de los conciudadanos debería ser la consigna principal de cada ecuatoriano que sufraga.