Parecían olvidados los años en que la vía Alóag – Santo Domingo se cerraba con cada derrumbe o que se volvía peligrosa e intransitable por los grandes huecos en sus dos carriles.
La concesión a la empresa Hidalgo-Hidalgo fue un hito para esta vía, que pronto dejó de tener los agujeros y a ampliarse a cuatro carriles.
Actualmente, esta carretera estratégica para la movilización del transporte de carga pesada y de pasajeros lleva cerrada más de 50 días, por la caída del puente sobre el río Lelia. Son casi dos meses de pérdidas para la transportación de alimentos, contenedores refrigerados, materiales de construcción, insumos para las industrias, traslado de vehículos desde los puertos y otras mercancías.
La vía Alóag – Santo Domingo lleva cerca de cuatro años sin tener un mantenimiento adecuado, lo cual ha desgastado la carpeta asfáltica. Esa falta de atención incrementa más los costos para tenerla en buen estado.
Normalmente, por esa vía transitan cerca de 15 000 vehículos diarios. Ahora deben circular por otras vías en pésimas condiciones, como Las Mercedes-Los Bancos, que es una arteria de segundo orden. Tiene una infinita cantidad de huecos en sus dos carriles, zigzagueantes en la cordillera. El tiempo del recorrido pasó de dos horas y media a cinco horas.
La Cámara de Transporte Pesado del Ecuador detalla que un aproximado de 2 200 a 2 500 vehículos pesados desde 2 hasta 6 ejes son usuarios de esta carretera. En este tiempo de puentes caídos o derrumbes ocupan otras vías, que igualmente están en mal estado.
Los males de la Alóag – Santo Domingo son bien conocidos desde hace más de una década. Durante la prefectura de Gustavo Baroja se detectaron los puntos críticos con un amplio estudio. Se arreglaron unos pocos y los demás quedaron en el olvido.
La ampliación a cuatro carriles no está completa en ninguna de las jurisdicciones provinciales. Un 75% está a cargo de la Prefectura de Pichincha y el resto a la Prefectura de Santo Domingo. En ambas provincias se pagan peajes, que entre vida vuelta suman cuatro dólares, y se tributa una tasa anual de 18 dólares.
No es la primera vez que la vía se cierra completamente en cada invierno, sea en Pichincha o en Santo Domingo.
La falta de mantenimiento permanente y de inversión acelera su deterioro, y, sin embargo, los usuarios siguen pagando por una vía que no tiene buenas condiciones.
Con esta coyuntura quedan dos inquietudes: la concesión, que ya lleva 22 años, no da resultados o las autoridades provinciales no saben cómo administrarla. Y por qué el Ministerio de Transporte y Obras Públicas, el ente rector de la vialidad del país, permite que la vía siga desatendida.
La respuesta no está en echar la culpa a las lluvias intensas, porque para eso está la prevención. Tampoco, es la falta de dinero, porque el usuario paga. Todos perdemos por el cierre de la Alóag – Santo Domingo.